Capítulo 46

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A que están tan sorprendidos como yo de que siga aquí?

No tanto como yo cuando volví a cantar y bailar de regreso a casa por las tardes, y me pregunté cuándo o por qué había dejado de hacerlo. Lo extraño sobre el duelo y la depresión es que no te das cuenta de hasta qué punto estos te afectan hasta que se pasan. Y entonces te preguntas si últimamente andas más alegre y enérgica que nunca, o solías ser siempre así antes que tu flama se apagara un poco y ahora al fin has logrado revivirla. Qué fascinante misterio resulta la vida. 

Y entonces te preguntas por qué dejaste de escribir si siempre lo hiciste para ti en primer lugar. Y las historias vuelven a ocupar demasiado espacio en tu cabeza durante el día y no puedes esperar a que sea de noche con tu teclado. Y tal vez esa historia que crees anda saliendo horrible, no es tan mala después de todo. Y no puedes esperar a terminarla, y ya sabes qué escribirás después, y te frustra saber que la próxima semana estarás de viaje por lo que no podrás actualizar porque quieres volver a subir un cap por semana. Pero, de algún modo, se resolverá.

Todo siempre se revuelve.

Xoxo,

Sofi

***

Toda su vida, Nikka había soñado con una sola cosa: ser como su héroe. Si no una cazadora, entonces al menos tan valiente como Rajnik. Tan aventurera. Tan alegre al enfrentarse a la muerte. Y, hasta su encuentro con la Hermandad, ese sueño no había cambiado. Incluso cuando vio la verdadera naturaleza de Rajnik, no pudo dejarlo de lado. La chica sonreiría y seguiría adelante, siempre avanzando, siempre sobreviviendo sin una sola lágrima. Y Nikka había deseado tanto tener esa resiliencia. Aun así...

Se detuvo frente a la casa de Rajnik, las manos temblorosas. Sabía que no debería haber huido de la Hermandad. No debería haber sido tan fácil. Tan rápida, tan veloz. Cal seguía repitiendo que ella era el Búho y que los simples humanos no eran nada en comparación. Una Vasija. Una salvaje con los poderes de un Dios. Ella era el Búho y no era nada en comparación con un Gobernante.

Contuvo la respiración mientras cruzaba la reja siempre abierta. Una vez que llegó al vecindario de los zorros, no había sido tan difícil seguir el horrible olor a lavándula hasta la casa de Rajnik. Le ardían los ojos y le picaba la nariz. Nikka corrió hasta la puerta principal, sin sorprenderse de que todos a su alrededor odiaran tanto a la cazadora.

Era un error. Tenía que serlo. Aun así, era el único modo en que todo tenía sentido. ¿Había sido demasiado ciega ante su ídolo? ¿El Comandante demasiado orgulloso? Nikka llamó a la puerta principal, que se abrió al menor toque. Dentro, la casa estaba tranquila.

¿Debería seguirle el juego? ¿Revelar la verdad? ¿Probar al revés y engañar al maestro? Todos habían sido unos tontos. ¿No había sido siempre el juego del Zorro uno de mentiras y engaños? El falso Dios. La falsa cazadora.

—¡Estoy aquí! —gritó Rajnik sin entusiasmo.

Destino y Estrellas, era un suicidio.

Nikka siguió su voz hasta la cocina. Rajnik estaba descansando en una silla, una expresión absoluta de aburrimiento en su rostro mientras observaba una botella de vino sobre una mesa pequeña. Estaba jugando con una copa vacía, los ojos vidriosos. ¿Era esta la cazadora rota que habían estado esperando esa mañana?

Su fusil no estaba a la vista en ningún sitio, y eso debería haber sido un alivio. Excepto que Nikka temía lo peor. ¿Y si tenía razón? Pero... ¿Y si estaba equivocada? ¿No había sufrido esa chica suficientes acusaciones? Un toque, sería tan simple como el más mínimo roce.

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