Capítulo 6

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Feliz lunes, zorritos!

Siendo honesta, no llevo la cuenta de qué días estoy actualizando aunque intento retomar el una vez por semana. Poco a poco estoy reacomodando mi vida y espero pronto poder dejar un día definido. O cómo prefieren ustedes?

Ah, hace años que tengo esta historia en mi mente y la he reimaginado y rehecho demasiadas veces en mi cabeza. Sé que es demasiado ambiciosa y me aterra no estar a la altura de lo que necesito para esta ocasión. Así que por favor, necesito sus comentarios y que me hagan saber si lo estoy haciendo bien. Como siempre, los comienzos absolutos son lo que más me aterra, sobre todo cuando debo exponer todo sin agobiarlos. 

Qué piensan hasta ahora? Teorias? Personajes? Comentarios? Temores? Amenazas hacia mi honorable persona?

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final!

Xoxo,

Sofi

***

El día no resultaba tan terrible como otros podrían pensar. Arcadia había caído tiempo atrás, por lo que Lorcan no se sorprendió de no encontrar ningún enfrentamiento cuando se aventuró fuera. La vida nunca cambiaba de un día para el otro. Sí, los rebeldes habían tomado la ciudad, pero a primera vista no había cambiado tanto.

Arcadia siempre había sido conocida como la hija rebelde. La Capital del Oeste, una de las ciudades más importantes, había mantenido sus raíces. Locales y extranjeros solían mezclarse allí como en ningún otro sitio, un caleidoscopio de culturas que explicaba tanto el atractivo de la ciudad como su peligro. No era raro ver a extraños, descendientes de antiguos nativos, trabajando y viviendo con los demás como cualquier otro.

Allí la diferencia era fuerza. Las costumbres paganas habían invadido la ciudad hacía mucho tiempo, el exotismo y la extrañeza más un atractivo que una amenaza. Y el gobierno de Arcadia lo había ignorado, al contrario de lo que recomendaba la Capital.

Tal vez ese había sido el problema. Arcadia había creído durante demasiado tiempo que los rebeldes eran algo con lo que podían vivir, solo unos inadaptados que querían atención. Arcadia los había dejado crecer, reunirse, conspirar. La ciudad había pensado que era un problema que podía controlar.

También era culpa de la Capital.

Dos años atrás, la Capital había anunciado oficialmente el fin de la guerra oculta. A Lorcan nunca le había gustado ese nombre porque no se había sentido como una guerra en absoluto, sino más bien como una masacre. Salvajes, Vasijas, Gobernantes, como quisieran llamarse, habían existido desde el principio de los tiempos. Habían perseguido a la población, alimentándose de inocentes y del miedo.

Entonces los cazadores habían aparecido, y durante décadas, habían hecho todo lo posible para lograr un cambio. Aprendiendo a cazar y matar esas amenazas, a reconocerlas y derrotarlas en la noche, a bloquear sus dones y aprovechar sus debilidades.

Lorcan solo había tenido doce años el día en que había tomado una decisión y decidido convertirse en cazador en contra de la voluntad de su padre. Le había dado la espalda a su vida de privilegios y en su lugar elegido años de duro entrenamiento y amenazas constantes.

Demasiadas peleas. Demasiados colegas perdidos en el camino. Demasiadas veces creyendo que no lo lograría. Miedo. Rabia. Locura. Venganza. Odio. El enemigo le había hecho sentir todo tipo de emociones y, aun así, de alguna manera, había resistido. Incluso llegado a la cima, ganado algo de fama entre los que creían en esas historias.

Y entonces, dos años atrás, la Capital le había puesto un fin. Después de meses de silencio sin ver Vasijas o Gobernantes, sin un solo salvaje, habían ganado. O al menos eso había pensado el gobierno.

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