Capítulo 5

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Feliz lunes, zorritos!

No puedo siquiera empezar a describir todo lo que han sido estos días para mí, pero finalmente me encuentro mudada y construyendo un hogar que me pertenece totalmente. Desearía decir que estoy entera, pero una puede construir una cierta cantidad de muebles antes de destruirse las manos... Creo que nunca tuve mis dedos tan mal, espero esto no me afecte al retomar la escritura.

Sé que no estoy con mi ritmo habitual de actualización, pero como verán, tampoco está siendo un fin de año habitual. Espero pronto poder volver a la normalidad.

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final del cap!

Xoxo,

Sofi

***

No podía dormir. Incluso si lo hubiera intentado, habría sido imposible. La noche era fría y tranquila, y los horrores aun estaban frescos en su mente. Lorcan le había dado el colchón, Nikka aun así lo envidiaba. El cazador yacía dormido en un rincón. Él había tratado sus heridas, excepto que los cortes no eran como ella los recordaba, e incluso le había encontrado algo de ropa para cambiarse.

No podía dormir y la situación no mejoraba. Cada vez que cerraba los ojos, solo podía reproducir el ataque. La muerte de Cal, el monstruo sediento de sangre, la agonía... Nikka casi deseaba haber muerto en lugar de seguir viviendo con una maldición como aquella.

Su mano palpitaba. Miró el vendaje sin saber qué significaba. Había estado segura de que moriría. ¿Y luego qué había sucedido? ¿Qué había cambiado? En un instante había estado ardiendo por dentro, al otro se encontraba demasiado cansada como para estar consciente.

Un aullido. No estaba segura del todo, costaba distinguir la realidad del delirio cuando la vida se escapaba por las venas. Tenía destellos de Lorcan sobre ella, el monstruo muerto, y un aullido. De alguna manera, Nikka lo había oído.

Nada sospechoso en un bosque por la noche. Excepto que antes había habido silencio. ¿El animal se había despertado cuando la verdadera amenaza había desaparecido? Había más. Un sueño que no podía recordar. Un pacto con el diablo.

Al menos, se sentía como si hubiera hecho uno, porque no había forma de que todavía estuviera viva. Y al mismo tiempo, vivir se parecía más al sufrimiento que a la muerte.

Nikka miró su mano y, lentamente, desató la tela que Lorcan había atado. Los cristales estaban fundidos en su piel, como si fueran parte de ella. Trató de quitarlos, fue imposible. Se rascó sin lograr nada. Le dolía y la asustaba, pero necesitaba quitárselos.

Eran los restos de un monstruo. Ella no deseaba nada de esa horrible mujer en su cuerpo. Era lo que quedaba de la bola de cristal, y necesitaba terminar lo que había empezado y destruirlo también. Ese monstruo había matado a Cal. Había matado a todos. Ella era solo una chica desafortunada con un sombrero de la suerte.

Las lágrimas aparecieron en sus ojos. El sombrero también estaba allí, Lorcan lo había guardado. Quiso gritar ante su simple vista. Rajnik también estaba muerta. Su heroína de la infancia, asesinada por un monstruo. Entonces, ¿cuál era el punto de seguir adelante?

La noche era demasiado tranquila, el silencio demasiado fuerte. Ella no podía dormir. No podía continuar cuando Cal no había tenido oportunidad. No debería estar viva. El monstruo estaba muerto y, aun así, Nikka temía que algo mucho peor hubiera ocupado su lugar.

Sus movimientos fueron medidos, ausentes. Apartó la manta, se puso de pie y caminó. Incluso con su cuerpo todavía débil, incluso febril, su mente estaba centrada en un solo objetivo. Necesitaba terminar lo que había comenzado. Necesitaba eliminar cualquier rastro del monstruo, del asesino de Cal. Sus uñas no eran suficientes, su mano desnuda no era suficiente, pero podía hacer algo con lo que tenía.

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