Capítulo 36

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Debería haber sabido que algo andaba mal del momento en que el Comandante la llamó a primera hora de la mañana. Nunca había sucedido antes. Y lo odiaba. Que un simple humano tuviera el poder de convocarla a voluntad... Nikka intentó deshacerse de esos sentimientos. No eran suyos, repitió una y otra vez, pero aun así allí estaban.

El miedo se había convertido en algo real, no de los salvajes, sino de ella misma. Había pensado durante demasiado tiempo que la maldición del Búho no era cierta, pero ya no podía negarlo. Algo, cuando había vagado por los recuerdos del Zorro, había contaminado su corazón. Esa rabia, ese odio, esa sed de sangre... No eran suyas.

Cal seguía hablando de injusticia y venganza. Nikka lo ignoró como siempre. Cerró los ojos, pensando en su amigo perdido. Su cálida sonrisa, sus bromas sencillas, la forma en que se reía de sus miedos y buscaba aventuras. Ese era el tipo de persona que ella deseaba ser. No un monstruo, sino un humano.

Entró en el despacho del Comandante, casi esperando otra sesión con él. No había encontrado nada de interés en la memoria del hombre sobre Roseful. Solo una gala elegante, charlas políticas y cuidados modales, cosquilleo de alcohol y comida demasiado sofisticada para ser más grande que una nuez. Y luego, de pronto, gritos. Caos. Fuego. El Comandante había confiado en sus cazadores para que se ocuparan del Zorro mientras él protegía y evacuaba a la clase política.

Pero esa mañana fue diferente. Al principio, Nikka no reconoció a la mujer sentada detrás del escritorio del Comandante. Tal vez porque nunca había visto a nadie más que a él en ese lugar. El hombre había ocupado uno de los asientos reservados para los visitantes. La escena parecía tan antinatural que Nikka casi pidió un encendedor sólo para comprobar que no hubiera un impostor.

Nunca se podía estar demasiado segura. Era mejor esperar siempre una trampa, incluso si la herida en su vientre no había dejado siquiera una cicatriz.

Entonces, el entendimiento la golpeó. La había visto antes en los recuerdos del Comandante. La Consejera era una mujer digna de ser respetada por su gente y temida por sus enemigos. Nikka solo podía esperar estar en la primera mitad. Líneas plateadas atravesaban sus oscuros rizos, su expresión incluso más seria que la del Comandante. Era una mujer imponente, una depredadora dispuesta a saltar para proteger su territorio.

—Entonces... Esto es —-dijo la Consejera después de echarle una rápida mirada a Nikka—. Permitiste que una Vasija entrara en nuestra sagrada ciudad y permaneciera entre nuestros seguros muros.

—Y en semanas obtuvo más información sobre el enemigo que la Hermandad en años —añadió el Comandante—. Lo calificaría como un buen negocio.

—No sé si esto habla a favor de tu estrategia, o en contra de tu buen juicio, ya que parece que tienes un cazador trabajando doble turno como un traidor. Ella no encontró nada que tu traidor no hubiera escondido antes. Y eso no habría sucedido si fueras mejor como jefe de la Hermandad —la Consejera suspiró, mirando a su alrededor con aburrimiento—. Hombres. No puedes esperar nada más de los de tu tipo que algo de violencia a la antigua.

—Le aseguro, Consejera, que soy muy consciente de la situación y mientras el Gobierno pasa sus días discutiendo políticas superficiales, es mi Hermandad quien mantiene esta ciudad segura para todos ustedes y su gente. Por primera vez en siglos tenemos más información sobre el Zorro que cualquier generación anterior a nosotros.

—Tu deber es mantener segura esta ciudad y erradicar cualquier salvaje peligroso, pero me haces perder el tiempo con una historia de amor prohibido...

—Podría ser nuestra clave para derrotar al Zorro, señora —intervino Nikka y la fría mirada de la mujer cayó sobre ella.

—Consejera —corrigió—. Te dirigirás a mí únicamente por mi título, Vasija.

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