El fuego llegó abruptamente. Lorcan se sentó de inmediato, inspirando la mayor cantidad de aire posible. Se sentía como si el desierto entero estuviera corriendo por sus venas. Su mente era un caos, los acontecimientos de la noche no tenían ningún sentido. Muerto. Debería estar muerto. Y en esa desesperación al darse cuenta de que estaba condenado, había buscado lo que más le importaba.
—Estás vivo.
Rajnik estaba a su lado. Sonriente. Ojos llenos de lágrimas. Todo su rostro estaba manchado de sangre, sus labios teñidos de rojo. Y ella lucía tan genuinamente feliz. La sangre le sentaba bien.
Cayó sobre la mesa igual de rápido. Su cuerpo demasiado pesado, demasiado cansado. Aun así, el dolor había desaparecido, el veneno también. El sueño lo estaba llamando de nuevo, pero Lorcan se obligó a permanecer despierto. Giró su rostro solo para ver a Rajnik. Intentó alcanzarla y ella le tomó la mano cuando falló.
Pequeña cosa malvada. ¿Qué había hecho? Intentó limpiarle la sangre, pero apenas podía mover un dedo. ¿Cuántas veces ella lo salvaría? Porque Lorcan había intentado, durante toda su vida como cazador, salvar a otros. Sin preocuparse por sí mismo, solo por proteger su hogar y a todos aquellos que le importaban. Pero de alguna manera, en algún momento, Rajnik había aparecido. Y la posbatalla se había vuelto más piadosa, más sencilla, indolora.
En algún momento, de algún modo, él le había fallado, porque ni una sola vez la había salvado, ella no lo necesitaba. Aun así, Rajnik siempre era quien lo salvaba. Y Lorcan sabía que habría muerto mil veces ya si no fuera por ella. Y estaría eternamente agradecido por ello.
¿Lo entendería si le dijera la verdad? ¿Le importaría? La noche había sido un completo desastre y probablemente había condenado toda su vida. Aun así, no podía importarle menos. No a su lado. Ella era hermosa. ¿Se lo había dicho desde su reencuentro? ¿Lo sabría?
La oscuridad finalmente lo venció. La siguiente vez que abrió los ojos, todavía se encontraba sobre la mesa. Rajnik estaba descansando en una silla junto a él, los ojos cerrados. Se había limpiado el rostro, todavía había sangre seca en las puntas de su cabello. Nunca lucía tan en paz como cuando dormía.
Destino y Estrellas, ¿qué había hecho para merecer otra oportunidad? En la vida, en esa gran guerra, con ella. Porque, si debía ser honesto, debería haber muerto mucho tiempo atrás. Su vida había sido perdonada, no una ni dos, sino tres veces. Y todo porque a ella le importaba.
—Rajnik —dijo en voz baja. Ella lo ignoró—. Sé que estás despierta.
—No lo estoy —susurró y Lorcan sonrió.
—Duermes con la boca abierta.
—No lo hago.
—A veces hasta babeas.
—¡No lo hago!
Ella se levantó en un abrir y cerrar de ojos, sus mejillas rojas. Y tal vez fueran los restos del veneno, quizás el efecto posterior de lo que fuera que ella hubiera usado para curarlo, o tal vez todo carecía de importancia después de la noche que había tenido, pero Lorcan rio. Finalmente. Después de meses, años sin hacerlo. Porque esa chica, esa pequeña cosa malvada, esa amenaza inconmensurable, con su cabello corto desordenado y su baja estatura, no aceptaba que babeaba cuando estaba demasiado cansada.
—Gracias —dijo él, sonriendo—. ¿Cuántas veces ya me has salvado la vida?
No lo había esperado otra vez. No esa noche. Pero, cuando la muerte se había vuelto inminente, su compañera era todo en lo que había podido pensar. Y, cuando había estado seguro de que su corazón fallaría, se había alegrado de haberla visto una última vez, de saber que Rajnik había estado a su lado hasta el final, como habían prometido.
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Sand & Stars
Fantasy¿Reconocerías a un monstruo antes de transformarte en uno? Cuando la oportunidad de una nueva vida en el Oeste se presenta, Nikka Mall no duda en tomarla junto a su mejor amigo. ¿Por qué no? Ambos son jóvenes, ansiosos por nuevas aventuras y riqueza...