Capítulo 21

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Feliz viernes, zorritos!

Odio editar, pero amo leer sus comentarios, así que esto lo compensa todo. Aunque ahora mismo mi prioridad es que la primavera llegue de una vez a Paris, estoy harta de ver tantas nubes y lluvia. Sabían que en promedio, Paris tiene más precipitaciones que Londres?

Como siempre, no se olviden de votar y comentar el final!

Xoxo,

Sofi

***

El Comandante estaba de mal humor. Lorcan sabía que se lo había buscado. Fue particularmente malo ese día, o quizás era solo que habían pasado dos años desde la última vez que había cubierto a Rajnik y asumido toda la culpa. Poco importaba. No era nada con lo que no pudiera lidiar. Y, de alguna manera, lo hacía feliz. Recordar los viejos tiempos, cuando la joven estropeaba todo y él era regañado por dejar que sucediera.

Lorcan supo que estaba condenado la primera vez que la situación se volvió risible en lugar de exasperante. Rajnik nunca cambiaría y a él nunca le importarían las consecuencias. Y eso era peligroso. En algún momento, la asociación se había convertido en complicidad, la discusión en bromas internas, la confrontación en burlas. Y él lo había aceptado, porque todo era más brillante con Rajnik cerca.

Las calles resultaban más coloridas, los ruidos más fuertes, la vida más cálida. No solo un soldado, sino un camarada. Ella disfrutaría cada segundo y lo obligaría a hacer lo mismo, hasta que no fuera de mala gana sino natural. El silencio era una tortura sin su conversación constante y los días demasiado aburridos sin el desorden de Rajnik.

Incluso Venvia, tranquila y pacífica, no era lo mismo.

Se había acostumbrado a su compañía y más. La ansiaba, lo cual no estaría mal si no fuera por las inevitables consecuencias. Ambos habían hecho un juramento y eran lo suficientemente tercos como para no ceder. No podían preocuparse el uno por el otro más que por sus objetivos. Traidor no era una bonita etiqueta.

Su padre aun no había respondido sus cartas. Durante años ese hombre había tratado de encontrarle una novia y convencerlo de que se casara en contra de su voluntad. Luego, milagrosamente, se había detenido y nunca vuelto a decir una palabra sobre el asunto. Y ahora que Lorcan en realidad pedía ser emparejado, su padre estaba perdiendo el tiempo sin cumplir con su deber.

¿No había sido ese el mayor deseo de su padre durante años? ¿Atarlo a una vida en el campo, tranquila y lejos del peligro, con una buena pareja y una familia? Durante la mitad de su vida, era todo de lo que Lorcan lo había escuchado hablar. Pero de pronto su padre había cambiado de opinión y decidido meterse en sus propios asuntos. Excelente.

El matrimonio resolvería la mayoría de sus problemas, o al menos le daría una buena excusa para escapar de ellos. Aun así, el destino parecía estar en su contra. No podía casarse sin la bendición de su padre, y no encontraría novia por su cuenta porque la solución ya era lo suficientemente asfixiante como para ser el que atara la cuerda en su cuello.

Por una vez, quería ser el hijo, no un soldado. ¿Sería diferente su vida si su madre siguiera viva? Ella ya habría hecho el arreglo, por lo que no habría nada de qué preocuparse. Excepto que él no sería un cazador, porque jamás habría encontrado su cuerpo destrozado por un anhelante.

Fuera de la Hermandad, las campanas anunciaron que era hora de su sesión diaria con Nikka. La cría era solo otro asunto más en su interminable lista de pendientes. Humana, pero también una Vasija. Ella era prueba viviente de que la naturaleza no la definía en absoluto. Ahora solo necesitaba que los demás también lo entendieran.

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