Capítulo 4

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Hola, zorritos!

Sé que ha pasado un mes desde mi última actualización, pero estoy aquí en medio de una mudanza y mi vida ha sido medio un caos entre comprar muebles, montarlos, todo el caos administrativo y contable, y armado de cajas. Oficialmente tendré un nuevo hogar a partir del 5, uno que finalmente puedo decir es mío, así que espero para mediados de noviembre retomar mi ritmo habitual de escritura y lectura. No saben cuánto lo necesito para mi paz y estabilidad mental.

En serio lo siento mucho y espero sepan entender y disculparme, odio arruinar el ritmo de lectura al tardarme demasiado. Espero la historia les esté gustando mientras tanto a pesar de que es apenas el comienzo. No duden en hacerme saber lo que piensan al respecto!

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final del cap.

Xoxo,

Sofi 

***

Venvia resultaba tan impresionante como rica. La región sur era una alfombra eterna de hojas verde esmeralda con eventuales manchas de violeta y negro. Olía a verano y se sentía como beber vino fresco. La tierra era próspera y fértil, la arquitectura exquisita, y la gente de esa ciudad en particular vivía feliz.

El territorio se encontraba en el extremo sur y nunca había sentido ningún indicio de guerra. En toda su historia, en Venvia solo había reinado la paz. Y bajo esa gracia del Destino, el comercio había florecido.

Lorcan agradeció al personal de la casa cuando entró y recibió una toalla. El sudor cubría su piel. Venvia era particularmente calurosa en esa parte del año, o tal vez solo era el resultado de un largo viaje. Estaba cansado, como si hubiera pasado toda una vida desde la última vez que había estado en casa.

No le importaba administrar el negocio para su padre. Mister Blake tenía la edad suficiente para preferir quedarse en casa y cuidar de sus trabajadores a viajar de una ciudad a otra solo para verificar y firmar contratos. Pero el comercio estaba mejorando, el vino familiar en su mejor momento, y Lorcan no negaría cualquier pequeño viaje a través del mar si eso mantenía su mente ocupada.

Su padre se reiría y diría que no había nada como el viento marítimo para llevarse los recuerdos. Si tan solo fuera tan simple... Pero el trabajo mantenía su mente ocupada y su cuerpo en movimiento. Si tenía cosas que hacer, entonces no tendría la oportunidad de considerar otras opciones.

El personal fue amable. Lorcan se limpió el sudor y devolvió la toalla con una linda sonrisa. Se suponía que el hogar debía sentirse así... Hogar. Un lugar para ser bienvenido. Para encontrar paz y calidez. Para sentirse seguro. Porque, incluso si habían pasado años desde la última vez que había enfrentado a un salvaje, la guerra había dejado suficientes cicatrices en su alma como para nunca olvidarlo por completo.

Pero, al menos, la mayor parte de las noches era bendecido sin pesadillas. Y estaba vivo. Eso era algo por lo que estar agradecido. Las cicatrices se desvanecerían, las pesadillas serían más lejanas, su corazón se recuperaría algún día... Mientras tanto, el Destino se había apiadado de él y la vida resultaba agradable.

La entrada de la casa era lo suficientemente grande como para albergar un baile. Suelos de mármol, altos muros blancos, columnas esculpidas sosteniendo un balcón en el primer piso. Su padre había decorado todos los muebles posibles con jarrones de flores frescas. El perfume era embriagador.

Lorcan subió las escaleras. Después de un largo viaje, solo podía pensar en descansar. Sus pies seguían sintiéndose extraños, como si unos días en el mar le hubieran hecho olvidar cómo pararse correctamente. Un baño y una siesta, y tal vez estaría completamente funcional para la cena. Sonrió. Parecía un buen plan.

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