CAPÍTULO XXXIV

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─Creo que lo mejor es que la dejen descansar. – era la voz de mi padre tras la puerta.

─ No quiere hablar con nadie, lleva así varias semanas. – decía mi abuela.

─ Quizá la mejor solución es que la lleven a un sanatorio.

No quería hablar con nadie, no quería levantarme de la cama, tampoco tenía apetito, llevaba varios días encerrada en mi habitación...

"Frente al cuartel... frente a la gran puerta, se alza una farola, y todavía sigue ahí..." cantaba en un hilo mientras pensaba en ella.

Las puertas de su hogar estaban cerradas, estaba desesperada por entrar a como fuese, me había escapado de casa luego de la primer semana en la que prometí no ver a Lisa nunca más, pero no pude sostener mi promesa, el corazón estaba atormentado luego de ver su dulce rostro quebrarse cuando le dije "Adiós" yo no quería dejarla, así que volví, volví al poco tiempo en cuanto me enteré que la habían dado de alta en el hospital.

Toqué la puerta un sinfín de veces, al menos una hora estuve ahí, hasta que uno de los trabajadores de la constructora que estaba en un desarrollo tras la casa de Seo me vio.

− ¡Niña! – gritaba el hombre, que estaba demasiado delgado y lleno de mugre y sudor − ¡Niña! – finalmente le miré cansada de oír que me gritaba – Es inútil que busques a alguien ahí, las mujeres que vivían se han ido, se fueron desde hace cuatro días.

Al principio me molesté con ese hombre, recuerdo haberle gritado un sinfín de malas palabras, lo ahuyenté, y seguí tocando la puerta, hasta que mi padre me encontró.

− ¡Es inútil! ¡Vuelve a casa! – era lo que más gritaba, pero yo seguía aferrada.

− ¡Tu no entiendes! ¡La amo, papá! ¡No puedo estar sin ella! – recuerdo llorar rendida sobre el asfalto llena de lodo.

− Jennie – se acercó a mi − Seo y Lisa se fueron del país, ya no viven aquí.

− ¡Es mentira! ¡Lo que dices no es cierto! ¡Lisa nunca se iría sin despedirse!

− Lo sé porque es lo último que me dijo Seo, que no volverían a Corea. – luego mi padre me dijo – Vino a casa, dejó una canasta llena de dulces, me agradeció por haberlas ayudado, dijo que no había un futuro para Lisa en este país, que se disculpaba contigo por no despedirse en persona, que Lisa no podía verte a la cara luego de su ultimo encuentro.

Le escuché, pero aún así, me negaba a creerle.

Mi padre al notar mi incredulidad se levantó, fue hacia la puerta de la casa de Seo y con su pistola disparó contra el cerrojo, la puerta de pronto se abrió, me levanté corriendo hacia la casa y al hacerlo en busca de Lisa vi que todo dentro era casi un desastre.

El piso que Seo siempre nos hacía mantener limpio estaba sucio, algunos muebles se encontraban ahí, pero todo estaba lleno de polvo −¡Lisa! – grité, caminé hasta donde era su habitación y no había nada, no estaban sus posters, tampoco su ropa regada por el suelo, ni su colchoneta. Comencé a negar mil veces, a negar como aquello me partía el alma − ¡Seo! – fui a su habitación, la cual estaba vacía, sólo yacía su cama tendida, pero empolvada, sin sus cuadros, ni sus libros.

Aquello era una horrible pesadilla, no había nada, sólo el piano que ahora relucía más que nada, como si Lisa lo hubiera tocado una última vez.

− No quise decírtelo, quería esperar un poco más, porque sé que esto te dolería – dijo papá.

Me hice muchas preguntas al respecto luego de comprobar que se habían ido, el por qué Lisa no se había despedido de mi, el por qué se habían ido, el sí había sido mi culpa, el si todo lo vivido era un sueño y que de pronto había despertado contra la realidad, como si el destino o Dios se hubiesen burlado de mi, para enseñarme algo, si Lisa realmente era solo una ilusión de mi cabeza.

AMOR EN ROSA - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora