CAPÍTULO XLII

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Corea del Sur 1983, Septiembre

Un día, Seo había salido con Irene y Taehyung, fueron a pasear con Lili, para comprarle un poco de ropa y más insumos de la casa.

Esa tarde, no había parado de llover ─ Jennie ─ alcancé a oír la voz de Lisa, mientras yo guardaba alguna ropa.

Le miré y me senté a su lado ─ Quiero...oír música...─ levantó su mano y señaló hacia el tocadiscos viejo de Seo.

Asentí y me levanté para poner uno de esos discos de acetato de los cincuentas.

Quise seguir limpiando la habitación, pero vi hacia Lisa y la vi tan llena de paz cuando la música empezó, así que decidí mejor quedarme ahí.

─ Ven...─ me llamó.

Me recosté a su lado, la abracé como un bebé, suspiré profundo y me quedé en su regazo propiciándole calor.

─ Jennie ─ volvió a decir mi nombre con esfuerzo, ─ necesito...─ me erguí para saber qué quería...─ que me prometas... que vas a... tratar de...ser...feliz...cuando me vaya. ─ miré su perfil, el cual lucía pálido, seco y demacrado, sus labios gruesos y morados, demasiado resecos.

─ No digas eso, vas estar bien, los doctores sabrán qué hacer, tu y yo seremos felices juntas ─ le dije estrechando mi mano con la suya.

─ No...─ suspiró ─ no...puedo irme, si no me lo prometes. ─ decía con los ojos cerrados.

─ Lisa, no digas eso.

─ Me estoy muriendo, Nini. ─ dijo con esfuerzo ─ tienes que seguir, tienes que vivir ─ luego llenó sus pulmones y dijo ─ prométemelo.

Sentí un temor recorrer mi cuerpo entero, como si no quisiera aceptarlo, me abracé con mucha fuerza de su cuerpo ─ No quiero que te vayas, te amo Lisa, no quiero mueras.

─ No me iré... solo que ya no me verás, pero me quedaré contigo, hasta que puedas verme...

Un nudo se formó en mi garganta y de pronto, una delgada y casi invisible lágrima salió de mis ojos.

─ Por favor... Promételo.

─ Lo prometo ─ dije a duras penas.

Volví a apoyar mi cabeza sobre su pecho, y de pronto, tuve la impresión de que había dejado de moverse, su mano ya no sujetaba la mía con fuerza, su cuerpo era más frío que de costumbre, tenía miedo de voltear a ver su rostro, pero lo hice.

Miré su hermoso rostro, sus ojos cerrados, su boca sellada, sus pómulos pronunciados y su piel pálida. Me quedé quieta, esperando volviera a abrir sus ojos, tenía miedo de que no lo hiciera... ─ ¿Lili? ─ le llamé, pero ella no se movía.

Me levanté un poco, estaba asustada, no parpadeaba, porque creía que era un sueño ─ ¿Lili? ─ volví a llamarle, pero no se movía ─ Lisa ─ le hablé con más fuerza.

Y como un rayo de sol, sus ojos volvieron a abrirse, y entonces contemplé el hermoso miel de sus ojos tailandeses ─ Perdón... estaba durmiendo...─ luego sonrió.

─ Me asustaste ─ dije aliviada, me acerqué a ella y besé su frente.

─ Jennie ─ me llamó otra vez ─ Pon mi canción, quiero oírla.

─ Claro ─ le dije, me levanté rápido, busqué el disco en donde estaba "Lili Marleen".

Lo puse en el tocadiscos, coloqué la aguja y este empezó a girar, en cuestión de segundos, la canción comenzó a sonar.

Giré hacia Lisa, y me detuve en seco. Nunca podré olvidar la pintura que se realizó frente a mi:

La cama blanca, una sabana dibujando su cuerpo absorbido por el virus, su cabello sin brillo, sus manos sobre su pecho entrelazadas, demasiado delgadas y blancas, su cabeza inclinada un poco hacia un lado, los labios gruesos morados y secos completamente sellados, su piel blanca, áspera y casi morada, sus parpados hundidos, y su pecho inmóvil.

La lluvia había parado de repente, y unos rayos del sol atravesaron la ventana justo en su rostro, Lisa había dejado de brillar, se había ido en silencio.

── Las flores nacen, después se marchitan... Las estrellas brillan, pero luego se extinguen... la tierra, los planetas, el sol, las galaxias, hasta el universo, todo algún día llegará a su fin. Si todo tiene un principio y un fin, es obvio que los seres humanos también. Nacemos, vivimos momentos, lloramos, reímos, luchamos, peleamos, sentimos tristeza, sentimos alegría, enojo, o incluso... nos enamoramos. Pero todo, absolutamente todo llega a su fin, un fin muy temido, pero tan natural como la vida. A veces se nos olvida que no somos eternos. Por eso hay que disfrutar cada minuto de nuestra vida, sin importar en donde estemos.

Nunca le conté a Irene, a Seo o a mi hermano, que después de que la canción terminara y que Lisa ya no despertara, fui hasta la cama y me acosté a su lado abrazando su cuerpo inerte, frío y tieso, y me derrumbé.

Todo lo que tenía guardando desde hace tiempo salió de mí y fluyó en un mar de lágrimas, en un río que arrastró todo el sufrimiento, uno que se iba con Lisa.

Quise recordar cada momento con ella, desde el primer día que la vi, como mi vida cambió por ella, me enseñó que la vida no solo era blanco y negro, que había más colores en ella, que la vida a pesar de todo podía ser incluso, rosa.

AMOR EN ROSA - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora