Recuerdo la primavera del año 1970, de alguna manera, me parecía que mi corazón cambiaba conforme a las estaciones del año.
Cuando las flores salían en Corea chismosas y arrogantes, a relucir su belleza por encima del pavimento gris y sombrío de las ruinas de una guerra, parecía incluso molesta; así era yo.
Una chiquilla arrogante, que igual parecía bella entre toda la mezquindad de un gobierno opresor, relucía descaradamente mis cualidades por encima de los demás, era agradable y ambiciosa, pero, igual marchita.
Y Lisa, mi amado secreto, me he cansado repetidas veces de decir que llegó a cambiar mi vida, pero, uno no cambia si no lo decide hacer. El pretexto de esa mujer era esencial para atropellarme contra mi misma y darme cuenta de que todo es pasajero.
Justo, así como entró el otoño, con un viento agresivo que desojó mis debilidades e inseguridades, haciendo añicos mi primavera.
¿Un árbol deja de ser un árbol si le han quitado las hojas?
Lisa quitó de mi toda esa paja, despeinó mi rumbo y deshojó mis actitudes, no quisiera culparla de aquello porque no me arrepiento de quien era en ese momento, pero, si que fue la gran causante.
El color de la esperanza se esfumó para dar paso al color de alegría y el entusiasmo, nuestros encuentros a hurtadillas se volvían locos y desafiantes, nos ocultábamos en las regaderas para abrazar nuestro aliento y unir nuestros cuerpos cada que teníamos la oportunidad, igual que en aquella cabaña, nos fugábamos dos o tres veces, aisladas de toda muchedumbre, éramos sólo ella y yo, nadie más.
Pero entonces, la cellisca nubló esos encuentros, comprometiendo nuestro afecto en circunstancias que fueron inevitables, que descendieron sin un solo propósito como la pequeña pelusa en el viento que picaba en nuestras pieles expuestas y vulnerables.
El suelo de Seúl se respiraba fresco, las flores del rocío de los árboles caían como copos de nieve, y el viento cortaba nuestra rutina en una hiel que enfriaba nuestros encuentros para convertirlo en algo más perpetuo.
─ Es increíble que estamos a un mes de que sea Navidad y sigo sin tener pareja ─ refunfuñó Jisoo golpeando la puerta de su casillero.
─ Al menos nosotras tres nos acompañaremos, terminaremos el año siendo unas solteronas ─ añadió Rosé con entusiasmo.
En Corea del Sur, era muy triste pasar navidad solo, de hecho, esta fecha servía de recuerdo para los solteros de la soledad en la que te encontrabas, puesto que era más común pasarlo en pareja que en familia, y para mi suerte estaba bien, ya que solían salir las parejas tomadas de la mano a las calles que se iluminaban de algunos espectáculos y puestitos sólo para ellos, sin embargo ellas no sabían que yo si tenía pareja, pero no tenía planes de salir a la calle tomada de la mano de Lisa, eso sería algo peligroso.
─ Jennie, ¿no piensas tener novio para navidad? Cada año sales en las fotografías con Kai, la gente preguntará y eso puede volverse un cotilleo ruidoso entre los medios...─ Decía Rosé.
Lo cual era cierto, pero no tan grave, de un tiempo para acá dejaba de importarme lo que la gente dijera y más los medios.
Aún así, no presté mucha atención a los comentarios de mi amiga, porque nuevamente esos molestos recados aparecían en mi casillero.
<<Ojalá pudieses darte cuenta de cuanto mi corazón te anhela, desde que me perdí en tus ojos oscuros entré a un abismo placentero que me cautivó de inmediato, ojalá algún día puedas cumplir éste deseo innato.>>
Arrugué el papel rosado y lo tiré a un cesto de basura, era irritante los intentos insólitos de Kai por querer volver, estaba pensando en incluso, enfrentarme a él y decirle que parara.
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AMOR EN ROSA - JENLISA
FanficLa vida de Jennie Kim era color en rosa, en un país recién recuperado de la guerra de Corea, donde las apariencias y el honor son cruciales para tener una vida ejemplar. Sin embargo, el auge de los años setentas, la moda, el rock and roll y las secu...