CAPÍTULO VEINTIDOS

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**°** FLASHBACK **°**

—Sam, ¿qué demonios hiciste mis cosas?, voy tarde para el entrenamiento— al entrar a la casa puedo sentir el terrible olor a comida quemada.

—Las ordené en el otro cuarto, donde deberían estar— me contesta de mal modo.

—Esta es mi maldita casa, puedo dejar mis cosas donde me dé la puta gana— le grito de la misma manera.

Comienzo a registrar la habitación para encontrar mis cosas.

—Me disculpo señor, se me olvida que solo vivo aquí de paso— hace una pausa —creí que podíamos ir al cine, ya que hoy es mi día libre.

—No tengo tiempo para perder en tus salidas de adolescente, mejor ve y ponte ebrio otra vez con esas putas con las que te encanta andar— preparo todo y camino a la habitación para usar algo de ropa más ligera.

—Simon, ¿puedes parar con eso?, ya te pedí disculpas de mil maneras— se acerca a mi para abrazarme.

—Yo sí tengo cosas por las cuales luchar, cosas que son realmente importantes— tomo una sudadera negra.

—¿Qué intentas decir? — su voz se altera —¿qué no soy importante?, entonces dime, ¿qué lugar ocupo en tu vida?

—Para ser honesto no lo sé, últimamente he sentido que soy el que paga tus cuentas— tomo el salveque para salir.

—Ya no seas infantil, estoy cansado de esto— rio.

—Pues ya somos dos— contesto, me coloco los tenis mientras él solo me sigue por toda la casa. 

—Siempre arruinas todo— me reprocha haciendo que me detenga justo en la salida.

—¿Cuándo vas a parar de culparme por tus errores? — no quiero ni verle la cara —no puedes siquiera dejar de temblar de la maldita resaca que tienes, estoy seguro de que por eso no fuiste a trabajar, no porque querías pasar tiempo conmigo, ¿cierto?

Se queda en silencio, él sabe que tengo la razón. Camino unos cuantos pasos fuera de la habitación y escucho una gruesa voz.

—¡Te lo advertí! — me giro en seguida.

Veo que nuestro apartamento está en llamas, Sam está en medio de ellas con la cara cubierta de sangre, a su lado hay un sujeto de espaldas apuntando un arma a su cabeza.

—Ayúdame Simon, por favor ayúdame— intento correr, pero mis piernas no me responden, es como si estuvieran sujetas al suelo.

—¡No le hagas daño! — le grito.

Él hombre comienza a girar despacio.

Hasta que logro verle la cara.

“¡¡LUCAS!”

Él solo se burla y presiona el gatillo.

**°**°**°**°**

—¡Liam! — una mano tibia sostiene mi hombro —Liam, despierta.

Despierto al instante. El dolor en el cuello me está matando, este maldito sofá es bastante incomodo, tengo una pequeña manta de colores sobre mí. Parece que solo ha sido una terrible pesadilla.

—¿Pasó algo malo? — me levanto en seguida.

—No, tranquilo— es Leon —todo está bien. ¿Tuviste una pesadilla?

Asiento.

—¿Esto es tuyo? — digo, mostrándole la frazada.

—Si, no quise despertarte— la sujeta —parecías cansado.

ESCARLATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora