CAPÍTULO TREINTA Y DOS

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Despierto, mis recuerdos están algo borrosos. Después de leer la carta de mamá enloquecí, no quería aceptar la verdad y entré en negación, parecía más fácil seguir culpando a papá. Vine a este lugar buscando un apoyo, quizá, pero una vez más él no dijo nada y se guardó todo para sí mismo. Lo último que recuerdo fue cuando intentaba batallar con Lucas para que ese estúpido guarda me bajara.

El sonido de la puerta de la habitación me hace saltar del susto al abrirse de repente.

—Estás despierto— es mi padre, él tiene una gran charola en sus manos.

—¿Dónde está mi ropa? — pregunto humillado después del espectáculo que di.

—La mandé a lavar, pero Leon ya te trae alguna de la que Lucas envió para ti— se acerca y me da un vaso de jugo de naranja y un par de pastillas para la resaca —tomate esto, te hará sentir mejor.

—¡Gracias! — bajo la cabeza, estoy algo avergonzado por mi actitud. Estaba demasiado ebrio y no pensé con claridad, pero eso es algo que no pienso decirle.

—Lucas estuvo contigo anoche, se fue esta mañana— se sienta frente a mí — él me pidió que te cuente toda la verdad, está dispuesto a aceptar las consecuencias.

—¿De qué verdad hablas? — baja su mirada, luego saca la carta.

“Ese maldito papel de nuevo”

—Al igual que a Lucas, te ha salido muy caro pagar por los errores de tus padres— sus palabras estallan en mi cabeza.

“¿Qué es lo que ha dicho?”

—¿Puedes dejar de darle tantas vueltas al asunto y hablar las cosas con claridad? — estoy cansado de todo esto, ya no quiero más mentiras.

—¿Crees que esto es fácil? — mete la mano en su saco y toma un puro para después comenzar a fumarlo —lo estuve analizando toda la noche luego de que Lucas me pidiera que te dijera toda la verdad.

“¿Por qué siempre él tiene que estar involucrado con todo lo que pasa a mi alrededor?”

—Esto no va a reparar la relación padre e hijo que tenemos— dejo que mi orgullo hable una vez más.

—Lo sé, y te entiendo— camina y abre de par en par la ventana —cuando me casé con tu madre, es cierto que amaba a otra mujer, pero me esforcé por formar un hogar con ella, creí en su amor, en sus palabras. Después de enterarme de las atrocidades de las que fue capaz de hacer, la odie, por haberme hecho creer en ella, por mentirme.

—¿Por qué cuidaste de esa prostituta, en vez de cuidar a mamá mientras moría? — siempre quise saber sus razones.

—Jamás descuidé a tu madre, busqué los mejores especialistas, gasté miles de dólares en medicamentos, hice todo lo que estuvo a mi alcance para salvarla. Tengo que admitir que lo hice por ti y por tu hermano, no quería dejarlos sin madre— vuelve a sentarse frente a mí — en cuanto a esa mujer, se lo debía; ella lo perdió todo por mi culpa.

—¿Por qué me dices todo esto hasta ahora? — el ríe.

—Tú y ese tipo se aman, ¿no? — lo miro atónito —no pongas esa cara, ayer vi cómo se preocupó por ti, así que no quiero que cometas el mismo error que yo y creas en la persona equivocada.

—No saques conclusiones precipitadas— el solo se ríe.

—Liam, te apoyo, puedes amar a quién tú quieras. Siempre y cuando, sea una buena persona— dice.

—Aunque, sea un mafioso, ¿crees que es buena persona? — aparta la mirada.

—Vez como si admites que lo amas— se burla de mí —imagino que ya sabes que él está limpiando sus activos, ha dejado todo lo que su padre hacía, realmente es una persona bienhechora.

ESCARLATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora