CAPÍTULO UNO

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Una leve brisa arrastra el humo del cigarrillo que tengo en mi mano haciendo que desaparezca entre los rascacielos frente a mí, la noche se vuelve lúgubre al tiempo que se llena cada vez más de melancolía, mientras aún conservo el olor a sangre en mis manos. El sonido de las bocinas de los autos llena cada rincón, mientras algunos relámpagos se dejan ver fugazmente a la distancia.

—Simon, ¡carajo! ¿acaso escuchaste algo de lo que acabo de decirte? — las palabras de Nicolás me hacen volver a la realidad —hermano, estas personas no son fáciles de tratar, debes tener cuidado con lo que haces, no puedes tomarlos a la ligera. ¿Entiendes?, ¡SIMON!, ¿entiendes lo que digo?

¬—Me voy primero— tiro la chinga de mi cigarrillo.

—¡Carajo Simon! — me detiene —no quiero que hagas nada estúpido— solo tomo el sobre para salir de aquel maldito lugar.

¬—Te agradezco la información— le digo.

—Tratar contigo es imposible, pero sabes que si necesitas algo más solo debes llamarme— grita, mientras desaparezco en el ascensor.

Me detengo en el 8° piso, camino de vuelta hasta la puerta de mi antiguo departamento, es la primera vez en tres meses que vengo acá desde lo sucedido, no sé si tenga el valor para enfrentarme a lo que hay detrás. Sujeto el pomo de la puerta con fuerza mientras me aferro a este, intentando soportar el dolor. Abro la puerta con lentitud. Frente a mí veo una imagen desagradable, parece que en realidad no queda más nada para rescatar. Camino entre los escombros y restos de cenizas, de repente escucho el crujir de un cristal rompiéndose bajo mis zapatos. Bajo la mirada, es un viejo porta retrato, me inclino y lo tomo. Parte de la fotografía está dañada, pero aun puedo ver su rostro iluminado por su despampanante sonrisa.

“Este fue uno de nuestros mejores días, tantos buenos recuerdos en una sola fotografía”

>Flashback<

—Es un hermoso día soleado, ¿no lo crees? — me mira y sonríe.

El viento agita su cabello negro, su sonrisa hace que se dejen ver sus camanances. Observo sus cejas oscuras y gruesas, las cuales hacen juego con sus largas y tupidas pestañas. Sujeto mi pequeña cámara y le tomo un par de fotografías.

¡¡Se ve hermoso!!

—¡Lo es! — la inocencia que reflejan sus grandes ojos azules es hipnotizante, lo miro y agradezco al destino por haberme cruzado con alguien como él.

—¿Por qué me miras de esa manera? — su pálido rostro se enrojece un poco, de pronto actúa de una manera algo tímida. Me acerco lo suficiente a él para susurrar en su oído.

—¿No puedo mirar a mi chico mientras sonríe?¬— se sonroja aún más.
—¡Basta Simon! Estás siendo un idiota— me golpea el hombro, apartándome de él.

—¿Cómo me llamaste?, decir malas palabras es de mala educación— lo tomo fuerte entre mis brazos y lo recuesto sobre la delgada sabana que cubre el césped posándome sobre él. Su aroma me embriaga por completo.

—Simon detente, pesas mucho, además alguien podría vernos— su delgado cuerpo tiembla entre mis brazos, su rostro delicado y sus labios finos provocan que quiera besarlo ya mismo, no me importaría que media ciudad nos vea. 

—Mereces que te castigue por tu mal comportamiento— musito, a la vez levanto sus brazos sobre su cabeza, los sostengo fuerte con una de mis manos, mientras bajo la otra y acaricio su delgado abdomen.

¬—¿Qué haces?, detente— su voz se corta por su agitada respiración.
Levanto un poco su camisa y lo beso con delicadeza. Veo sus ojos azules desaparecer, mientras inclina su cabeza hacia atrás estremeciéndose, a la vez que muerde su labio inferior.

ESCARLATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora