CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

36 9 2
                                    

—Parece que el destino se empeña en seguirnos juntando— Lucas se acerca por mi espalda —¿o quizá es Sam quién lo hace de nuevo?

Volteo absorto para mirarlo. Él está vestido con un traje negro en su totalidad, en su mano derecha trae consigo un gran paraguas del mismo color y en la otra un ramo de rosas blancas.

—Yo, estaba por irme— no quiero si quiera verle la cara.

—No quieres preguntarme nada, como el hecho de que me acostara con Sam aun sabiendo que era tu novio— lo conozco, sé que solo quiere provocarme para que explote y le diga lo que en verdad siento, pero no pienso caer en sus provocaciones. 

—Eso ya está en el pasado— contesto, volviendo a caminar hacia la moto.

—Al fin ese collar encontró a su verdadero dueño— dice, llamando mi atención. Lo quito y estiro mi mano para regresárselo.

—Lo siento, jamás quise…— el sostiene mi puño y lo regresa.

—Quiero que lo conserves, ¡por favor! — baja la mirada.

—Me tengo que ir— cuelgo de nuevo el collar a mi cuello y camino hacia la moto.

—Recuerdo la primera vez que te vi— me detengo en seco, parece que es verdad, recuperó su memoria —esa tarde acompañé a papá a la empresa de tu familia, recuerdo que estabas peleando con tu padre fuera de su oficina, luego saliste corriendo por las escaleras hasta llegar al techo, te seguí, durante todo el camino pensé en detenerte, no quería que te fueras a arrojar, pero para mi sorpresa lloraste en una esquina durante mucho tiempo. Quería consolarte, pero jamás he sido bueno en eso, me acerqué a ti y te di un pañuelo azul. Recuerdo esa mirada vidriosa y longeva que me regalaste con esos ojos carmesí que grabe en mi memoria para siempre. Estaba tan asustado por ese sentimiento inefable, que solo salí corriendo de aquel lugar.

—¿Eras tú? — rio —¿el niño raro de la azotea?

—¡Humm! — asiente —después de ese día, te miré de lejos mientras el tiempo pasó, luego sucedieron muchas cosas, llegó la muerte de mis padres, de mis hermanos, tuve que hacerme cargo de un grupo de asesinos y traficantes, y de más. De un momento a otro me había convertido en el tipo de persona que más odiaba, así que no me sentí con el derecho de acercarme a ti, para cuando me di cuenta ya habías desaparecido. Al tiempo conocí a Sam y me contó su trágica historia, y su sentimiento de odio y venganza. No tenía idea de que aquel chico del cual él hablaba se trataba de ti, hasta esa noche que Sam estaba tan drogado que no pudo ir a ver la pelea final de su falso novio; tenía curiosidad de saber quién eras así que tomé su entrada y fui en su lugar. Fue una gran pelea. ¡Ganaste!, en el momento cuando tus ojos recorrían aquel lugar con ansias de encontrarlo, hubo unos segundos que clavaste tu mirada sobre mí, entonces mi corazón se aceleró una vez más, sabía de quién era esa mirada, la reconocí al instante. Desde ese entonces tuve mucha curiosidad de saber qué tipo de persona te habías convertido para que ese idiota hablara tan mal de ti— ríe con ironía, mientras deja las flores sobre la tumba —pero él estaba equivocado, tú también eras una víctima en esta historia que pagaba por los pecados de sus padres.

—¿Qué pretendes al contarme todo esto? — pregunto confuso.

Me ignora por completo.

—Después de ese día de la pelea, mandé para que te vigilaran durante mucho tiempo. Te investigué a fondo, los entrenamientos de boxeo, el trabajo de medio tiempo en la empresa de tu padre, el tiempo que invertías en los niños del orfanato; nunca se lo dije a Sam, pero te amaba. Sé que fui cobarde, pero no me acerqué porque pensé que eras feliz, que él iba a llegar a dejar su pasado de lado y todo iba a estar bien.

—Tengo curiosidad, ¿por qué aceptaste que trabajara para ti? —

—El día que fui a tu mansión con Randy para despedirte, era obvio que no te recordaba, había perdido la memoria después de que Sam me disparara, pero esa maldita mirada tuya hizo que ese sentimiento volviera a mí. En un inicio acepté que trabajaras conmigo, solo porque Randy me lo pidió, él si te recordaba, sin embargo, no dijo nada en ese momento— contesta.

—¿Por qué Randy haría algo como eso? —

—Eso es algo que vas a tener que preguntarle a él— se acerca un par de pasos a mí —la noche en que dormí contigo, fingí estar borracho para quedarme, jamás me sentí tan protegido junto a alguien, dormí muy cómodo ese día.

—Debo irme— hago a caminar.

—Lo siento Liam— su voz se quiebra —perdóname por haber sido un cobarde, por no haber estado ahí cuando necesitabas un hombro donde llorar y perdóname por haber perdido la memoria y no poder proteger lo que era importante para ti.

“Es una suerte que la lluvia no deje ver las malditas lágrimas que recorren mis mejillas”

—¿Desde cuándo recuperaste la memoria? — parece que estoy metido en un maldito sueño.

—Desde el día que Valentín me torturó, sentí tanto miedo que eso hizo que mi memoria volviera— levanta su mano, aferrándose a mí con un fuerte abrazo.

—Lo siento, pero de verdad me tengo que ir— no creo que merezca a alguien como él después de todo lo que le he hecho.

—Solo quédate conmigo— tomo su brazo y lo alejo.

—Lo siento, no puedo— camino a prisa sin mirar atrás.

—Si te vas— me detengo un instante —no voy a pedirte de nuevo que te quedes conmigo.

—No quiero que lo hagas—

—¿Crees que soy tan idiota para no darme cuenta lo que sientes? — me pregunta furioso —tu mirada no puede mentirme, ¿crees qué no noté como estabas el día que cociné para ti?, o ¿Cómo morías de celos cuando te pedí cuidara Said, sé que ese día me malinterpretaste, también vi como tus ojos se iluminaron esa noche cuando me viste en el bar, y también…—

—¿En el bar? — pregunto sorprendido.

—Solo quería saber si estabas bien, no respondiste a mis llamadas y Randy tampoco, lo mandé para vigilarte y a tus amigos, mientras le deseaba feliz cumpleaños a mi hermana— entonces no fue mi imaginación.

—¿Qué? — estoy sorprendido.

—Desde el espectáculo que dio Cobra en la vieja bodega de la montaña, supe que su reacción era exagerada, él jamás se preocuparía tanto por Luisa así que sabía que estaba ocultándome algo, lo investigué y para mi sorpresa, di con mi hermana. Averigüé que era tu socio en todo eso—

—¿Por qué no dijiste nada o me detuviste? —

—Quería tenerte cerca a pesar de todo— ríe y se rasca la cabeza — esa noche luego de salir del bar me encontré a los hombres de Valentín y bueno, creo que ya sabes el resto de la historia…

—¿Cómo es eso posible? —

“Cobra dejó a sus hombres cuidando, ¿cómo es que él…?”

—Ya sé lo que estás pensando, pero son leales a mí— se pavonea —yo soy el jefe, no él.

—Así que de verdad soy un idiota— rio con ira.

—¿Esa es la conclusión a la que llegas después de todo lo que te dije? — me sujeta fuerte de los brazos dejando caer el paraguas al suelo.

—¿Qué más debería…? — me interrumpe.

—Dije que te amo, que te he amado desde siempre, dije que lo sentía— lo aparto de mí.

—No te pedí jamás que sintieras eso por mí— contesto de mal modo.

Lo dejo bajo la lluvia, con sus ojos cubiertos de lágrimas, pero no puedo seguir. Él merece algo mejor que un bastardo como yo que lo ha dañado tanto, haciéndolo sentir tan inferior por su amor por mí.

“Me odio, por ser un idiota, me odio”
Subo a la moto y me marcho.

ESCARLATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora