Capítulo 24

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Narra Hailee

Había pasado una semana desde aquel día y desde aquella llamada. Definitivamente comenzaba a deshacerme un poco más de aquellos perturbadores sentimientos. Con ayuda de la doctora logré enfocarme más en mi rutina, en lo que realmente me era relevante, porque sabía que el trabajo sería aún más pesado conforme los ensayos avanzaban.
Tenía muy en claro que no iba a poder evitarla, sobre todo por la química que debía mostrarse, y eso me asustaba, pero al menos podía fingir muy bien.
Intentaba interactuar más con el resto de personas. Me había hecho gran amiga de Adrian y Anna, eran un par de personas que no tenían miedo a mostrarse tal cual eran. Amaba la espontaneidad con la que andaban por doquier, y de ella me contagiaba.
Por otro lado, dejé de leer un tanto sobre la vida de Emily. Algo tenían sus escritos que me mantenían muy inquieta por la noche, por lo que pedí permiso a Alena para tomarme un descanso de ese extra. Sin embargo, los sueños tan extraños y borrosos no paraban, pero intentaba no prestarles tanta atención, porque sinceramente los sueños para mí no tienen gran significado o impacto que trascienda en mi vida. En fin.

Por fin era sábado por la noche y Sophie vendría a casa. Hace tiempo que no me la pasaba con esa mujer. Realmente me ayudaba a cortar rutina y a detenerme a gozar un poquito más.

El timbre me sacó de la posición en la que me encontraba.

—¡Soph! ¿Cómo—su rostro estaba conformado por dos caminos de lágrimas de color negro por la máscara de pestañas, que iban desde sus ojos hasta casi tocar su mandíbula—Cariño, ¿qué fue lo que pasó?—la tomé entre mis brazos y se hundió a llorar entre mi hombro derecho y mi cuello.
Sentía cómo es que sus lágrimas humedecían mi camiseta, pero nada de eso importaba.

—E-Es J-Joe—apenas pudo decirme.

—¿Q-Qué ocurrió con él?—tenía temor por la respuesta.

—Me ha pedido distanciamiento—volvió a la postura anterior y comenzó a secar sus lágrimas—¿Sí puedo pasar?—me hice a un costado.

—Oh, claro, Sophie—nos adentramos a la sala.
Se acercó a la cocina y comenzó a buscar entre las gavetas—¿Buscas algo en específico?—pregunté con cariño—Ya veo—había encontrado el mini bar y tomó una botella personal de vodka—¿No prefieres hablar primero?—de pronto se echó a reír—Ya veo...—no sabía qué emoción seleccionar para seguir, pero mantener una que muestre compresión seguiría en pie.

—Recuérdame que estoy soltera y ahora ¡sí podré besar mujeres!—no entendía cómo es que esta chica cambiaba tan rápido de estado de ánimo. Ojalá tener aquella fuerza.

—Pero—

—Sí, estoy mal, de puta madre, de hecho, pero ¿sabes? elijo experimentar aunque sea por una noche. Ya mañana me quedaré por horas en la ducha mientras imagino el peor escenario de mi vida y lloro como desquiciada—suspiré negando—Solo te pido apoyo y nada más—asentí acercándome—¡No!—puso su dedo índice en frente—Los abrazos consoladores serán para después. Más bien pide un taxi, porque hoy merezco embriagarme y seguro que tú también—pensándolo bien, hace tiempo que lo necesitaba.

Menos mal habíamos quedado en vernos relativamente temprano, porque a este paso terminaríamos llegando a la fiesta a eso de la una de la mañana. Parte de esto era el probarnos diferentes prendas y maquillaje hasta quedar gustosas con el resultado final, y bueno, ya eran casi las once, por lo que estábamos exactas.

—¡Por fin! ¡A cazar lesbianas!—reí—Mmm—me miró pícara—Veo que alguien no se ha negado—me codeó.

—Lo hago por ti, no porque yo vaya a hacer algo como eso—me crucé de brazos.

AfterlifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora