Capítulo 32

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Narra Ella

La turbulencia no despertó a nadie, ni tampoco a mí de pensar demasiado.
Casi seis horas en las que sobre analicé los hechos. Cada detalle que nunca dejé para la cama, decidí traer conmigo al vuelo, porque estaba entrando en desesperación.

Seré muy honesta: Hailee Steinfeld en cuestión. Sí, la chica que sin permiso se metió en mi cabeza para provocar que apenas pudiera dormir. Ella me veía con sumo interés, pero en un intento de interacción mía, simplemente terminaba siendo ignorada, porque de seguro eran solo ideas que me hacía.
No terminaba de entender su tan repentino comportamiento para conmigo. Sí sabía que no Thomas no le agradaba para nada, ¿pero al punto de tener que ignorarme? Si es que se trataba de él, claro. ¿Qué más podía ser? No recordaba haberla ofendido o haber dicho algún comentario poco agradable que la dañase, y si ese hubiera sido el caso, nunca señaló nada al respecto.
Me evadía de la manera más infantil que existía. Una vez que yo me le acercaba, se corría para otro lugar, o ponía mala cara para que yo evitase contactarla. Además, había dejado de responder mis mensajes. La única charla que tuvimos fue para "poner un orden" a la situación.

Bien, haremos esto rápido—sucedió en uno de los tantos ensayos. Exactamente en uno de los intermedios para descansar.

Hola, Haiz—antes de poder saludarla con un beso en la mejilla, ella se hizo para atrás.

Es claro que existe cierta... tensión entre nosotras-

—En cuanto a eso, yo no entiendo por qué de pronto actúas de esta forma conmigo. No entiendo qué hice mal o si-

—Mantengamos un perfil profesional—me interrumpió—Que lo personal no intervenga en nuestro trabajo, ¿bien?—la miré incrédula—Al menos estemos de acuerdo en esto—

Como quieras, Steinfeld—ya no tenía ganas de jugar a ser buena con ella, cuando no recibía lo mismo.

Tal vez mi error fue darle la razón en que, efectivamente, existía un malestar entre ambas, pero la pregunta seguía rodando en mi cabeza "¿por qué?". Solo aparecía Thomas, una y otra vez, y si él era el motivo, entonces me adentraba a una dimensión poco infinita, pero tenebrosa para ser explorada. Una de dos: se había esmerado demasiado para que yo no sufra y creía que pasaba por alto su esfuerzo, o... ella sentía celos. Existían muchas probabilidades si me ponía a pensar con la cabeza fría. De dos surgían cuatro, y así sucesivamente.
No evité ponerle un alto, sino que me encargué de desatar un largo hilo que no dejaba de arrastrar.

¿Cuánto más te falta para llegar?—todos nos encontrábamos en el salon vip del aeropuerto. Era hora de almuerzo.

De acuerdo a cómo va el clima, yo supongo que estaré cuando anochezca—respondió con la poca señal que tenía en su teléfono.

Thomas se presentaría, ¿quería que tal fenómeno ocurra? mi orgullo lo deseaba tanto como todas las veces que ella me ignoró. No solo provocarle una reacción, como consecuencia de su mal trato, sino que evitarme sentir que me importaba demasiado.
No podía importarme, menos luciendo como ella lo hace.
Hailee Steinfeld no se trata nada más de un nombre, o al menos dejó de serlo para mí.
Cuando la conocí, me asusté, me asusté a mí misma por lo frágil que me encontraba yo, pero no solo una vez, dos veces, tres veces, cada vez que con ella estaba. La calma y la tormenta que esa chica es capaz de provocar, no guardan sentido en mi interior.
La primera vez que pude admirarla en persona, me burlé de mí misma por haber limitado su belleza a fotografías que mis amigos me enseñaban, cuando no tenía idea de quién era.
Ella, con esos ojazos de color avellana, que su forma se le achican cuando sonríe y las pestañas que le decoran como si fuese a apuntarle el sol directamente a sus pupilas. Tremendas, largas y rizadas, sin necesidad de añadir maquillaje.
Las cejas, el marco de la cara, con el grosor perfecto para ser prominentes y muy llamativas.
Ni qué hablar de su perfecta, y un tanto bronceada, piel. Las manos se te deslizaban por la suavidad que ésta tenía, pero habiendo un desnivel al llegar hasta sus labios. Rosados, algo abultados y muy provocativos. Parecían la cereza de un pastel. El toque perfecto a la carita de muñeca.
Las ideas que me hacía con toda ella, porque claro que me las hacía, pero nunca sería capaz de desarrollarlas como quería, porque en su momento estaba yo emparejada y apenas atravesaban mi cabeza, las espantaba. Después, cuando por fin me deshice de los depredadores, fue cuando nuevamente soñaba despierta, pero dejé de darles rienda suelta, sobre todo en el día en que me besó, porque un toque de ilusión y todo se me iba al desbando. ¿Les hablé de lo increíble que era su cuerpo? era ahí, justamente ahí, cuando chascaba mis dedos o hasta me daba un pellizco para evitar seguir tratando el tema de una forma tan liberal.

AfterlifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora