Capítulo 30

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Narrador omnisciente

La semana se había apresurado como nunca, según Ella, o es que esta anduvo demasiado metida en su cabeza como para notar que el fin de semana acababa, y apenas lo había podido disfrutar.

El día en que Hailee se fue de su apartamento —al día siguiente— se aventó contra su sillón y pensó en lo extraña que se sentía. Sí, si se hubiese tratado de Gus o de Sophie, probablemente no habría protestado en su cabeza, hasta el punto de dejarla por el resto de los días pensando. En cambio, con Hailee aún cabía la posibilidad de intimidarse, y eso que llevaban algunos meses de haberse conocido. Conversaban todos los días, o por trabajo o por simples trivialidades. Tampoco es que no supiese el por qué comenzaba a sobre pensar de otra manera.
Hailee siempre fue alguien muy amigable, con ella y con el resto, pero también notaba que día a día su relación recorría caminos que le eran dubitativos. ¿Por qué se le quedaba mirando como lo hacía últimamente? Quería pensar que gracias a la confianza y a las sesiones. ¿Por qué de pronto se ponía tan protectora con ella? Seguro que era una tendencia de su parte. Por eso, cuando se respondía a sí misma, preguntas que sola también se hacía, otras cuestiones nacían dentro de sí, y esas eran las que más le aterraban.
¿Hailee también cuidaba de tal forma a todas sus amigas mientras intentaban dormir? Quería dejar de preguntarse tanto sobre la chica, pero cuando menos se dio cuenta, ya estaba sobre su mattress, con la esperanza de levantarse y tener un lunes "normal".

Se permitió relajar cada músculo que yacía dentro de su cuerpo. Seguramente que no los conocía todos, pero al menos se quedaría en una posición tranquila.
Empuñó un poco sus manos y después las soltó. Suspiró un par de veces y se adentró a la oscuridad de sus ojos cerrados, con la mente casi dormida.
El cerebro, con tal discreción, comenzó a trabajar, de la mano de su subconsciente. Ese que guarda recuerdos antiquísimos y de apenas segundos, que te los reproduce en los sueños, para bien o para mal. A veces son abstractos, porque conecta mundos e imágenes que al día siguiente te dejan un sinsabor duradero. Existen también las pesadillas, unas horribles, otras muy tristes, pero seguro que unas cuestan al humano el poder levantarse.
Finalmente los sueños con una connotación agradable y hasta bonita, esos que apenas llegaban.

Ella sentía angustia. Sentir tan vivamente el cuerpo guiarle por un lugar completamente desconocido, provocó que se revuelva varias veces entre sus sábanas.
Menos mal el jardín era agradable, y también la fachada de aquella casa tan grande. Algunas imágenes borrosas, como rostros sin descifrar y espacios que estaban mal dibujados.
Sin ayuda, pero con temor, se dirigió hasta un supuesto patio trasero. Ahí, las flores se aferraban a las raíces de los inmensos troncos que decoraban la casa. Poco a poco el corazón se sentía cómodo, pero era una comodidad limitada a la nostalgia, la cual penetraba en cada poro de la castaña.
No recordaba aquellos versos, ni tampoco aquella voz, pero vaya que eran de agrado para ella. También la imagen de una joven dándole la espalda, sentada, cuidando de su jardín. Llevaba un vestido blanco y de un algodón delicado. Con el cabello algo desordenado, pero la suavidad que a distancia se notaba, movido por la frescura del aire.
Sin pedir permiso se sentó a su lado, y con la emoción de conocer su rostro, este le fue quitado. También era una mancha, pero una del color de su piel.

Querida mía, ¿dónde haz estado?—

Ella no podía pronunciar palabra alguna. Sin embargo, la otra parecía disfrutar de una comunicación no existente.

Extraño tanto el sabor de tus labios. Nunca me dejan sedienta—

No le molestaron sus halagos, pero sí le extrañó tal atrevimiento. Tal vez se estaba confundiendo con alguien más, aunque le hablaba como si supiera quién es de verdad, sin chistar, y con mucho gusto.

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