23. Lujuria, Lascivia, Deseo.

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Calle/Sam.

Tres meses atrás

¿Que te pasa imbécil? — le hice frente.

— Disfruta tus días con ella Daniela Calle — sentí la sangre de mí cuerpo bajar a mis pies y mí cuerpo frío, lo había dicho en un susurró que solo él y yo podíamos escuchar.

— Hasta luego — se despidió con los ojos fijos en mí, ellos solo transmitían rabia y algo de burla

— Gorda ¿Estás bien? — sentí a Poché preguntar a mis espaldas

— Si, si, me tengo que ir — me volví a ella y bese sus labios con prisa tenía que resolver este asunto inmediatamente.

— ¿No subes?— señaló el edificio.

— No, lo siento me tengo que ir— volví a besar sus labios y huí de ella tan rápido como pude tenía que resolver este problema o muy pronto la perdería a ella.

.......

Días después...

La noche de navidad había llegado y Poché y yo habíamos decidido pasarla con nuestras familias, habíamos estado hablando por mensaje pero la necesitaba conmigo ella había creado una necesidad tan grande en mí ser de tenerla a mí lado, la noche en la mansión Calle estaba llena de conversaciones entre los chicos decidieron que sus familias se reunieran en la mansión amaba estás fechas cuando mí papá estaba por qué siempre Juliana mamá y yo adornamos el árbol mientras el con ayuda de otras personas se encargaban de poner las luces en cada estancia de la gran casa.

— ¿Hija?— la voz de mí mamá se escuchó detrás de mí, había decidido salir a tomar un poco de aire en el jardín principal que tenía vista a la ciudad.

— Hace una noche fría — ella me abrazo por mis hombros acercándome a ella.

— Donde sea que él este debe estar muy orgullosa de nosotras — dijo mamá mirando el manto oscuro lleno de estrellas sobre nosotras, yo solo permanecía en silencio.

— Ya vamos abrir los regalos, te estamos esperando — ella me regaló una sonrisa llena de ternura que devolví con algo de nostalgia.

— Solo dame un momento y ya entro— ella asintió a mis palabras y beso mí mejilla para luego darse la vuelta y regresar adentro.

Yo me permití que mí vista se perdiera en las luces de la ciudad, respire profundo y solté todo el aire poco a poco.

— No creo que estés muy orgulloso de que una de tus hijas se haya vuelto una asesina — solté al aire y luego me di la vuelta para volver adentro.

...

Los regalos ya habían sido abiertos en el gran salón y fue un momento lleno de risas y ternura ya era alrededor de las tres de la mañana y habían personas hablando y otras bailando, algunos ya se habían decidido irse a dormir y yo simplemente estaba en la terraza apreciando a todos con una copa de vino reserva 1994 de la casa Roble, muy poco reconocida pero su vino era una delicia y muy pocas personas tenían la oportunidad de probarlos ya que solo habían unas 200 botellas esparcidas en toda Italia y yo era dueña de cuatro de estás maravillas.

Mí mente navegaba en lo que posiblemente podría estar haciendo María José Garzón, aquella deliciosa mujer que me tenía delirando e imaginando escenas para nada decentes en mí cabeza y es que la muy maldita había decidido mandarme fotos de sus piernas, sus manos recorriendo sus senos en aquel escote que dejaba ver el vestido negro de tiras que cargaba o como en la última foto su mano se perdía entre sus muslos, no sé si el poco alcohol que había ingerido ya estaba teniendo resultados en mí sistema pero estaba pensando seriamente escaparme y reclamarle mí regalo de navidad, cabe destacar que estos días mí libido a estado en un nivel máximo y aunque es imposible negar que ambas moríamos por coger siempre había algo que nos lo impedía, llevamos más de tres semanas sin tener intimidad y moría por tener a mí novia gimiendo encima de mí y la maldita mujer se aprovechaba de sus encantos para provocarme como en estos momentos.

Labios CompartidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora