Capítulo 2.

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Sofía Monterubio.

La curiosidad me estaba carcomiendo y dicha curiosidad es causada nada más ni nada menos por alguien que tiene unos ojos bipolares impactantes, nunca pensé que quedaría tan ensimismada por un chico, un chico al que no conozco y esto me hace sentir loca por no poder sacar de mi mente a esa sonrisa tan encantadora.

Te cautivo el rubio uyuyuiiiii.

Claro que no.

Claro que si no te hagas la pendeja, Sofía.

—Sofía, primero iremos a comprar unos helados y luego iremos a tu universidad —ordena.

—Okey, vamos —murmuré con frialdad, aparte de estar enojada me siento agotada por tantas peleas.

Tres doritos después ya habíamos comprado los dichosos helados que sabían a cartón y nos encontrábamos llegando a la universidad.

Liam se detiene en la entrada.

—Bueno, ya llegamos y yo ya cumplí con dejarte en la entrada, así que ya me voy —él me abraza y quise darle un beso a modo de despedida pero él me esquiva por segunda vez consecutiva.

¡Estúpida!

—Te dije que ya me voy, no tengo tiempo para tus cursilerías, así que vete a tu aula de clases Monterubio —espetó con amargura y se fue.

Miro a mí alrededor y jugué con las tiritas de mi bolso, no conozco a nadie y mucho menos sé a donde tengo que ir porque mi padre se encargó de mi inscripción ya que no quería salir de casa.

Tomo una bocanada de aire y empecé a aventurarme a la exhausta búsqueda de mi aula de clases.

Subo las escaleras y no pierdo la oportunidad de detallar los alrededores, el jardín es precioso y tengo una vista espectacular desde acá arriba, todo se siente en paz y muy tranquilo, estoy segura de que este si será mi año.

Miré el papelito que me dieron en la oficina del rector y miré el número de la puerta, esta era mi aula de clases y se me borró la sonrisa al entrar.

¡El jodido mundo me tenía que estar jugando una broma!

Parpadeé impactada por lo que mis ojos estaban contemplando y emití una risa nerviosa que no me importó en lo absoluto que fuera audible.

Era él.

El chico del metro estaba justo frente a mi con el mismo gesto de sorpresa.

Pensé que jamás lo volvería a ver.

Calma Sofía, es un desconocido, no debes alterarte, eso está mal.

O ¿No?

Me sentía inmersa en un estado de shock y no podía creerlo, no sé cuánto tiempo pasó pero decidí que no podía seguir siendo una estúpida y quedarme parada en el marco de la puerta toda la mañana, así que me tomé unos segundos para tomar un respiro y acercarme para sentarme a su lado e ignorar que su mirada se encontraba clavada en mi nuca.

Mis manos temblaron ante los nervios que me consumían y me reñí a mi misma por mis actitudes de cría hormonal.

¡Pero joder!

Camino a la felicidad (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora