Camino a la felicidad (En corrección)

Capítulo 42.

Les he preparado una maratón, espero que lo disfrutéis mucho.

Maratón 1/2.

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Sofía Monterubio.

—Perdoname por haber sido un imbécil contigo.

Nils me súplica con un ramo de rosas y una caja de chocolates mientras yo lo escaneo de pies a cabeza repetidas veces, la verdad no esperaba verlo tan pronto.

—Nils...

—Si quieres me arrodillo.

Empieza a ponerse de rodillas.

—Nils Santiago, ni te atrevas a ponerte de rodillas. Si lo haces no me vuelves a ver en tu vida—lo sentencio.

Nils levanta sus manos en señal de rendición y se pone de pie. Yo sigo recostada en el marco de la puerta con una expresión sería, sé que tuvo razones de molestarse conmigo pero hacerme un poquito la interesante no está mal ¿Cierto?

—Eeeeemmm...

—¿Quieres pasar?

Nils asiente con la cabeza y le doy permiso para que entre a la casa, me aseguro de dejar la puerta bien cerrada y me dirijo con Nils al despacho de mi padre para hablar sin interrupciones. En mi cuarto no me apetece, Elisa está en la casa y pues sea lo que sea que hable con Nils no quiero que ella lo escuché y vaya de chivata a contarle a Liam.

Entramos al despacho y le echo unos cuantos vistazos al exterior para luego cerrar la puerta corrediza.

—Perdoname, sé que debí escuchar tus razones, escucharte a ti y no irme así como así, había prometido estar contigo siempre y nunca abandonarte y te falle, otra vez—sus ojos empiezan a cristalizarse y siento como un nudo se forma en mi garganta. Soy una sentimental de mierda—. Debí escucharte a ti, escuchar tú explicación y no escuchar la de alguien más que no haya sido tú, perdoname Sofía, perdoname.

Nils me toma de ambas manos y las pone sobre su cara, siento como la humedad de sus lagrimas palpan sobre mi piel y joder, no puedo enojarme con él, ni con nadie. Bueno Liam es la excepción, a ese ser lo odio.

—No estoy enojada Nils, comprendo tú enojo y no tengo nada que perdonarte.

—Pero...

—Pero nada—lo corto—. Eres un gran amigo y siempre has estado presente en mi vida, sé que a pesar de que Michell te prohibió que estuvieras cerca de mi, de una u otra forma estuviste al pendiente de lo que pasaba conmigo, por muchos años pensé que esas bufandas y accesorios tan bonitos me los enviaba Ángel de España, pero él me confesó hace mucho que tú lo hacías, cada cumpleaños, cada navidad  y aunque ya no fuera una niña me enviabas regalos hasta por el día del niño. Me has cumplido como amigo y te amo un mundo, eres como un hermano para mí, Nils Bonachera—siento que una lágrima traicionera recorre por mi mejilla.

—A veces me arrepiento de haberme alejado de la única persona que me apoyo cuando sentía que mi mundo se derrumbaba, tú fuiste la primera persona en saber de mis preferencias y aún así no me juzgaste, me apoyaste. No te importo ser mi novia falsa para que mi padre no sospechara de que era gay y fuiste la única que tomo mi mano para darme la seguridad que necesitaba para decir la verdad. No me dejaste caer.

Los dos esbozamos una sonrisa pequeñita.

—Ni tú a mí.

—¿Novios falsos por siempre?