Capítulo 20.

86 9 86
                                    

Alex Cortés.

Para ser una tarde de chicos aseguraría que Disney Chanel o cualquier otro canal donde hay series juveniles me estafaron.

Estamos en la casa de Diego —que casualmente queda muy cerca de la mansión Monterubio— ya que pensamos que sería muy buena idea copiar a las chicas y tener un día agradable.

Para tener tres días sin clases no lo estamos haciendo muy productivos, teniendo en cuenta que estamos en semana de exámenes y que deberíamos estar estudiando, pero la fé mueve montañas y no quiero sonar muy creído al decir que no me hace falta estudiar.

Estás son las ventajas de tener a un empresario exitoso como papá, además, los números siempre se me han dado muy bien y me alegra no ser la persona que llevará a la ruina a mi familia.

—Bueno, tengo juegos de disparos, pelea y fútbol —murmura Diego mientras rebusca en su caja de discos con el ceño fruncido—. ¡Ah! También tengo uno de carreras, espero que no me juzguen por no tener variedad. Mi círculo social se basaba en la familia Monterubio y Blanca, sin contar que Josué siempre me dejaba plantado cuando lo invitaba a jugar.

—Es que siempre se me complicaba —se excusa mi cuñado.

—Claro, llama "complicación" a las veces que se te presentaba un ligue a quien follar —suspira casi indignado—. ¿Qué os apetece jugar?

—Fútbol.

—¿No te basta con jugarlo a diario y dejar tu cuerpo devastado con tanto entrenamiento?

—Tú diste las opciones —enfatiza apuntando a los CDs.

—¿Puedo opinar al respecto? —pregunta David.

—No.

—Agradezco ser un persona que se pasa por el culo tus negaciones, Josué —desestima con una sonrisa victoriosa al ver el gesto de ofensa del mencionado—. Opino que es mejor jugar el de carreras.

—Y yo opino que a mi prima no le agradará enterarse por otra persona que no seas tú, que tu ex anda acechándote.

—Como decía, el juego de fútbol es una maravilla. Me pido ser Messi cuando me toque jugar a mí.

—Falso, es mejor el de disparos —contradice Iván al entrar campante al cuarto de juegos—. ¡Llegó por quién lloraban, shikibabys!

Hubo un giro de ojos colectivo por parte de todos y mi mejor amigo nos sonríe como cualquier persona con el ego gigantesco lo haría.

—Ni siquiera te echamos de menos —digo para molestarlo.

—Porque no les di oportunidad —responde jocoso.

—No te creas el centro del universo.

—No me creo, soy el centro del universo, Bugaboo —enarca una ceja, coqueto.

Odio que siempre tenga una buena respuesta para mis ataques.

—Sé que estás celoso porque tengo a tres chicos además de ti —continua y ruedo mis ojos—, pero siempre serás mi primer y único amor.

Iván se acerca y me quita un mechón de cabello que está estorbando en mi visión y le doy un manotazo para que deje de hacer eso porque es raro.

Iván, como siempre, se lleva una mano al pecho totalmente ofendido y trato de ignorarlo mientras pienso que debería ir más tarde a una barbería.

Ya se parece al náufrago.

Si me pusieran a elegir entre mi consciencia y Wilson, sin duda alguna me quedaría con Wilson.

Camino a la felicidad (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora