Capítulo 16.

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Alex Cortes.

¿Han escuchado que en una relación siempre habrá alguien que entra en pánico ante las situaciones de presión y otra que tendrá que ser la jodida calma porque si la pierde estarán jodidos los dos?

Bueno, esos somos Sofía y yo.

No me encontraba nervioso, sé a lo que me puedo enfrentar perfectamente y creo que he tenido momentos más incómodos que esto, con Gustavo y Josué como aliados obviamente todo es más fácil y puedo ser bastante objetivo cuando se trata de expresar lo que quiero.

Temía por Sofía pero no por mí, podía luchar por ambos sin pestañear porque sé que Sofía haría lo mismo por mí si yo estuviera en su lugar.

Las manos de Sofía estaban heladas y sé que no solo es producto del frío así que las froté un poco para que entraran en calor.

—Vamos, sonríe para mí —susurro en su oído luego de darle un beso en la mejilla y Sofía esboza una pequeña pero genuina sonrisa—. Todo estará bien.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

—Así que tú eres ese muchachito insípido.

Sofía y yo clavamos la mirada en la señora Monterubio quién me escaneaba por encima de su hombro como si quisiera demostrar superioridad, Sofía se removió incómoda a mi lado y yo simplemente me mantuve sereno, ya estaba más que acostumbrado a recibir desplantes de los demás.

—El mismo —respondí con una falsa sonrisa. Un insulto hacia mi persona no hará alejarme de mi castaña bonita y sexy.

La madre de Sofía parecía querer analizarme, sus ojos verdes me miraban con una intensidad que por momentos me incomodaba más no me intimidaba si es eso lo que quería lograr. La señora Monterubio tiene un aura imponente y su vestimenta elegante —que para ser una fiesta de celebración casual porque así lo quiso Josué— le asentaba bien y sus rizos rubios caían sobre el inicio de su espalda.

—¿Y qué intenciones tienes con mi hija? —cuestionó con seriedad antes de sentarse en el sillón.

—Tengo muchas en mente y cada una de ellas es positiva y beneficiosa.

—Jovencito, sabe usted que de amor no sé vive ¿Verdad?

—Madre... —masculla Sofía completamente tensa y la tomo de la mano para darle un ligero apretón.

Sofía y yo ya habíamos hablado sobre esto y quedamos en que si no me sentía incómodo se lo haría saber con esta pequeña acción inocente.

—¡Dios, niña! ¿Acaso no te eduqué bien y te enseñé modales? No estoy hablando contigo sino con este jovencito que aún no responde a mi pregunta.

Sofía intenta replicar pero otra voz se hace presente en la sala.

—Costumbres que se pegan de personas con bajo nivel, madre —dice una chica rubia al llegar y se sienta al lado de la señora Monterubio.

Sofía aprieta mi mano con fuerza pero nada que no pueda soportar, reparo en Sofía por unos segundos y me asusté al ver que estaba muy calmada, la conozco lo suficiente como para saber que su mirada oscurecida solo era el inicio de todo lo que se podía desencadenar, Sofía se estaba conteniendo y el ligero temblor de su mano libre me preocupó mucho más.

Camino a la felicidad (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora