Capítulo 8

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Había escuchado a los caballeros empezar sus prácticas desde el patio de armas, cómo blandían sus espadas haciendo que estás chocarán unas contra otras.

Le parecía muy interesante los combates, mantuvo la mirada en el balcón con las puertas abiertas mientras sostenía su cabeza en la palma de su mano acostada de vientre sobre su cama. Parecía estar algo distraída aunque estaba leyendo un libro de fantasía y magia. Un extraño bosque lleno de extrañas luces brillantes que parecían ser de otro mundo, esperaba algún día conocer un lugar cómo ese, fuera de este castillo.

Sacándola de su silencio estando sola, golpes en la puerta se hicieron presentes, se puso de pie caminando hasta la misma, en el marco se encontraba un caballero, reconoció que era uno de los de su padre.

—Alteza, su padre la manda a llamar rápidamente a su despacho.

—¿Ocurrió algo? —preguntó por el motivo del repentino llamado.

—No estoy informado al respecto, es mejor que vaya de inmediato. —Hizo una reverencia despidiéndose y siguió su camino por el largo pasillo.

Esta lo vio desaparecer girando hacia otro en distinta dirección, se dió la vuelta y cerró la puerta.

Que su padre la llámase puede ser buena o mala señal, de seguro habrá sido algo que le haya molestado y será regañada, aunque de eso se encarga Elen.

Caminó hacia el despacho de su padre, que se encontraba muy cerca de la torre del este.

Subió escaleras arriba, el ambiente era algo húmedo, sin mencionar los grandes charcos de agua por las goteras que solían haber.

Se encontró con una puerta de madera, y tocó dos veces para que alguien de adentro de diera el pase, escuchó una voz de adentro que decía que ella podía ingresar, abrió la puerta y lo primero que observó fueron dos caballeros en el marco de la puerta y en la silla, su padre sentado observando unos pergaminos con una gran concentración en ellos.

—Ejem —carraspeo Amelia, haciéndole saber a su padre que ya había ingresado.

El rey solo elevó la mirada y dejó el pergamino a un lado suspirando, se acomodó en la silla y dirigió su vista a ella.

—Amelia, que bueno que hayas podido venir —dijo con una voz algo seria.

—¿Qué necesita, padre? —preguntó Amelia por el motivo que la traía ahí.

—Hay algunos problemas con Arthur y Henry, puede que hayan espías en nuestros pueblos que planean llegar al castillo, aún no se ha confirmado, pero es mejor prevenir este tipo de situaciones por el bien del reino. —El rey se cruzó de brazos sobre la mesa.

—Sí, lo entiendo, ¿Qué harás para prevenirlo? —volvió a preguntar, con un gesto de confusión.

—Desde hoy estarás vigilada por un guardia en especial, además de no salir del castillo sin compañia.

—¿Qué? ¿Un guardia todo el tiempo? ¿No voy a poder salir? —Amelia estaba algo alterada y lanzando preguntas a su padre, se acercó un poco más a su escritorio.

—Claro, es temporal, pero es necesario, imagina si alguno de esos espías lograra entrar al castillo.

—Tú sabes más que nadie aquí que yo se como defenderme, padre —respondió Amelia, señalándose para ella misma.

Y Amelia no estaba exagerando, por muchos años, había practicado esgrima, por órdenes de su padre, era necesario que cada miembro de la realeza sepa este tipo de protección, en caso que no haya caballeros para protegerlos.

—Solo estoy pensando en tu bien Amelia —dijo el rey elevando la voz.

—No ¡Solo estás pensando en lo que conviene para la guerra con Henry! —respondió Amelia con mucho enojo y frustración, dándose la vuelta y saliendo rápidamente de la habitación, dejando atrás a los caballeros que acompañaban al rey en la habitación.

A pesar de la guerra | SonamyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora