Capítulo 40 - Final

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Los invitados alzaron las copas llenas de vino encima de sus cabezas, gritando y felicitando a los novios. La gran celebración estaba por culminar, Elen llevó del brazo a Amy por el pasillo, arrastrándola hasta una pequeña habitación cerrada. Había un gran espejo viejo y roto junto a algunas joyas de gran valor.

—Muchos han venido solo para ver el futuro de Arthur florecer. Junto a Solis estoy segura que tendremos un acuerdo asegurado. —La sostuvo de los hombros sentándola bruscamente en el banco de madera.

—¿Acuerdo? ¿Acaso eso es lo único a lo que le das importancia? —preguntó decepcionada.

—Serás feliz con Darín, es algo arisco, pero te acostumbras a él cómo tu esposo. —Agarró las púas de la eriza poniéndolas hacia atrás arreglando y cuidando que ninguna este fuera de lugar. Colocó sobre su cabeza el velo dejándolo caer en su rostro.

—Supongo que si —respondió bajo el velo que cubría completamente su faz.

Mientras tanto, finalmente trasladaron lentamente a los presentes al salón del evento, los invitados cuchicheaban y hablaban entre ellos esperando la entrada de los novios, buscando un asiento vacío. El espacio era algo reducido, pero lograron hacer que entren absolutamente todos.

La música empezó a sonar con notas suaves, creando un eco en la estancia, de la puerta ingreso Darín, tomado de la mano por su madre, la duquesa de Solis, ella lo tomaba de la mano con una expresión seria en el rostro, no dejando que los demás notarán sus sentimientos respecto a la boda de su hijo. Marcharon por el largo pasillo al ritmo de la música y se posicionaron en el altar en espera de los demás ingresantes y de su prometida.

—Es hora —anunció su padre esperándola en el marco de la puerta.

Ella lo miró por unos segundos, para luego voltear a ver la ventana abierta de la habitación con anhelo, las suaves cortinas serpenteaban conforme la intensidad de la brisa ¿Qué pasaría sí... ?

—Amelia, no haremos esperar a los invitados por más tiempo —riñó él apresurado interrumpiendo bruscamente los pensamientos de su mente.

Amy tomó el ramo de flores de la mesa, era un ramo lleno de tulipanes rojos, amarillos y blancos, orquídeas violetas y rosas bellas que desprendían un olor maravilloso, debajo del mismo se encontraba la tira roja, un regalo, una promesa de amor eterno. La agarró fuertemente aferrándose a ella, para que nadie más la notara, la escondió debajo del bouquet.

Suspiró pesado, su padre la tomó del brazo llevándola fuera de la pequeña alcoba. La trajo por el pasillo que daba a la capilla, una vez en el marco de la puerta sintió todas las miradas sobre ella, todos los presentes se pusieron de pie en señal de respeto a la novia heredera de la corona de Arthur.

Caminó lentamente, tratando de demorarse lo suficiente para no llegar al altar. Su padre tenía la mirada fija en el frente, Darín volteó a verla con un rostro inexpresivo. Sintió el tiempo ir cada vez más lento y despacio, cómo si el camino fuera demasiado largo cómo para pasar una eternidad ahí.

Miró hacia sus costados con sutileza, miraba a los invitados entretenidos y felices, reverenciando y sonriendo, hablando u susurrando.

El rey la sostenía fuertemente del brazo, pareciendo que estaba llevándola a una condena eterna, tomó la noción del tiempo de golpe, viendo su posición actual.

Su padre la dejó en el altar, la madre de Darín lo soltó del brazo a su hijo y se posicionó al lado derecho del Rey de Arthur. Ambos al mismo tiempo hicieron una reverencia a los novios.

Ellos bajaron la cabeza para recibir la bendición de sus padres. El anciano obispo que llevaba puesta una larga y blanca mitra en la cabeza dió media vuelta y miró a los jóvenes. Dió un gesto con su mano indicando que los invitados deberían sentarse. Un silencio intenso inundó el salón, apenas escuchándose los murmullos de los asistentes.

A pesar de la guerra | SonamyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora