Después de estar dos años fuera por motivos de trabajo de sus padres, Isabella volvió a Hawkins y recuperó su amistad con los antiguos compañeros de instituto.
También había caras nuevas, como la de Billy Hargrove. Nunca había conocido a nadie al qu...
Llegó el lunes por la mañana y eso implicaba volver al instituto. Ahora que empezaba a hacer calor, Billy dormía sin camiseta, sólo con la ropa interior... Creo que no me iba a cansar nunca de ver esos brazos y ese torso tan perfectos.
Pero volviendo a la realidad y como siempre que dormía con él, a Billy se le habían pegado las sábanas. Tiré de su brazo para intentar que se levantara, pero era tan fuerte que me era imposible.
— Vamos Billy, solo queda un mes y medio, después llega el verano —refunfuñé mientras seguía intentando tirar de él.
— Cinco minutos más, por favor —gruñó poniéndose boca abajo, zafándose de mi y cubriéndose la cabeza con la almohada.
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En el fondo lo entendía, con la llegada de la primavera y el buen tiempo, daba de cada vez más pereza tener que ir a clases. Pero ambos teníamos que hacer un último esfuerzo para conseguir nuestro futuro juntos en California. Además de eso, debíamos empezar a buscarnos un trabajo de verano para conseguir unos ahorros.
— Vamos William, ¡levanta o llegaremos tarde! —sin pensármelo, me coloqué a horcajadas sobre su baja espalda e intenté hacerle cosquillas subiendo y bajando mis manos por sus costados desnudos, puesto que son las zonas más sensibles.
— Sabes que si sigues por ahí, quien saldrá perdiendo serás tu, ¿verdad? —Billy asomo un poco la cabeza por debajo de la almohada para poder mirarme algo amenazante.
— Entonces levántate ya si quieres que pare —bufé—. De lo contrario seguiré así hasta que lo hagas —añadí mientras seguía recorriendo con mis manos su espalda, su cuello y sus costados.
— ¡Suficiente! —después de unos instantes, Billy se dio bruscamente la vuelta haciendo que me cayera a un lado del colchón y situándose ahora él sobre mí—. Te he avisado antes que te detuvieras, preciosa —me miró de forma penetrante sujetándome las muñecas.
— Te das cuenta de qué he conseguido lo que quería, ¿verdad? —me reí—. Te has levantado —alcé un poco la cabeza para poder juntar mis labios con los suyos brevemente.
— Puede. ¿Pero a qué precio? —sonrió burlonamente.
Esta vez fue él quien sumergió una de sus manos dentro de mi camiseta mientras con la otra me sujetaba ambas muñecas para tenerme inmovilizada. Empezó a acariciar suavemente con la yema de sus dedos cada rincón de mi piel, lo cual provocó que ésta se me erizara.
— ¿Sabes que podría hacerte lo que quisiera y como quisiera ahora mismo, no? —me lanzó una mirada furtiva.
— Apártate William, vamos a llegar tarde a clase —insistí mientras intentaba forcejear pero él me sujetó con más fuerza.
— Ni hablar, princesa —acercó su cara a la mía quedando ambos a escasos milímetros—. Sólo te he pedido cinco minutos más y no me has dejado, ahora no me pidas que tenga clemencia contigo.