C U A R E N T A Y U N O.

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El ambiente se hunde ante un tenso silencio sepulcral, hasta que finalmente el castaño se atreve a hablar.

— Pídelo —masculla—. Pídemelo y estaré a tu disposición.

Me detengo abruptamente en mi lugar, Joseph se da cuenta y retrocede unos pasos hasta mi altura. Uno de sus brazos envuelve mi cintura atrayéndome hacia él, y con su mano libre acuna mi rostro.

— No necesito trabajadores —respondo a cambio—. Puedo encargarme de eso.

Joseph suelta un suspiro con pesadez y lentamente deshace nuestra postura.

— Lo sé, joder —gruñe mientras pasa una mano por su cabello, despeinándolo—. ¿Es acaso imposible enamorarte?

Saco del bolsillo delantero del pantalón, mi cajetilla de cigarros, pongo uno entre mis labios y me apresuro a encenderlo. Tras dar una larga calada bajo la atenta mirada de Joseph, le respondo.

— Complicado, diría yo.

— ¿Por qué? —pregunta mientras me arrebata el cigarro de la boca, y esta vez, él le da una calada.

— ¿Qué es el amor sino una debilidad, Joseph?

El castaño me mira desconcertado, lo veo dar una calada al cigarro antes de devolvérmelo. Expulsa el humo al aire y su mirada se sumerge en lo profundo del cielo crepuscular. El aire sopla y las hojas silban envueltas en un baile calmo que termina por hacer caer algunas de ellas a nuestro alrededor. Le doy una calada al cigarrillo antes de responder.

— No nací para amar.

Finalmente, la mirada de Joseph cae sobre mi.

— El sufrimiento es una lección; no un castigo, Ianthe. Mereces ser amada, y también aprender a amar, sin pensar que eso te vuelve vulnerable.

Le doy una segunda calada al cigarrillo y dejo salir el humo por los orificios de mi nariz. Joseph me mira expectante.

— No soy lo que crees saber de mi —me atrevo a responder—. Es tan solo un gusto físico, mutuo, lo admito.

— Permíteme conocerte —lo miro a los ojos, que me ven brillosos—. Soy un hombre que sabe lo que quiere Ianthe, y tú formas parte de mis intereses.

Suspiro, fatigada de todo el tema.

Le doy otra calada al cigarro antes de arrojarlo al suelo, expulso el humo por la boca y continúo.

— Me gustaría saber qué es lo que quiero, sin embargo, no lo sé —me encojo de hombros—. No sé quién soy, qué es lo que...—las palabras se quedan sin salir de mis labios pues me veo interrumpida por sus labios, su mano vuelve a posarse sobre mi cintura atrayéndome hacia él e intensificando el beso. Mis labios se mueven a la par de los suyos y no evito soltar un jadeo cuando sus dientes aprisionan mi labio inferior con fuerza. Joseph besa suave mis labios antes de separarse de mi, ambos con la respiración entrecortada.

Joder.

Ianthe..—

Esta vez soy yo quién le interrumpe y beso sus labios con fiereza. Joseph gruñe sobre mis labios, ahogo un gemido cuando sus manos aprietan con fuerza mi trasero.

En algún momento, me encuentro recargada sobre un árbol con el cuerpo de Joseph sobre el mío. Una de sus manos divaga sobre la orilla de mi pantalón, y yo no me detengo de buscar su miembro, duro, por encima de su pantalón. Joseph mete su mano por debajo de mi braga y acaricia mi clitoris, que reacciona enseguida al tacto del hombre, sus dedos se deslizan en un vaivén y me toma por sorpresa cuando mete uno de sus dedos largos en mi vagina.

B R O K E NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora