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Toco histérico la puerta. Llevaba al menos tres minutos tocando sin obtener respuesta alguna. Comenzaba a desesperarme.
— ¡Está abierto! —grita una voz al otro lado de la puerta.
Joder y yo perdiendo el tiempo.
Me apresuro a entrar al departamento en búsqueda de Ianthe. El sonido de un cardiograma logra prepararme para lo siguiente.
Ianthe postrada a la cama, inerte.
Su rostro lucía más pálido de lo normal y en su frente, por un costado, un gran parche cubría una posible herida con sutura, tenía el labio roto y un hematoma decoraba parte de su pómulo derecho. No lo había notado pero en la habitación el aire era fresco, descubro entonces que el aire acondicionado está encendido a una temperatura de 20°.
— ¿Qué ha sucedido? —Aiden me mira enseguida y se pone de pie.
— La han chocado. Todo indica que fue un ataque directo. Los paramédicos llegaron después, tal parece un hombre dio aviso.
— ¿Qué hombre? —inquiero enseguida.
— No mencionó nombre, y tampoco estaba presente en el lugar para cuándo los paramédicos llegaron —se encoge de hombros—. Tiene al parecer, muchos enemigos.
— ¿Y el diagnóstico?
— Estado de coma por traumatismo craneoencefálico. Podría despertar en cualquier momento de cualquier día, mes o incluso años. Ánimo —Aiden palmea mi hombro para posteriormente salir de la habitación dejándome a solas con Ianthe.
Me acerco a la cama y me quedo allí parado a su lado, observándola. Era la primera y probable única vez que la veía tan tranquila, tan vulnerable.
Decido tomar asiento en la silla que se encuentra acomodada al lado de la cama.
Estaba frustrado.
— ¿Quién demonios te hizo esto Ianthe? —al tacto, su mano se siente fría. Acomodo el mechón de cabello que cae sobre su frente por un costado.