C I N C U E N T A Y D O S

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La presencia del hombre de traje blanco en la mesa de al lado, atrajo la atención de Ianthe sumergiéndose en sus pensamientos mientras Yoko no paraba de hablar de mil banalidades. El hombre se había sentado en una posición en la que Ianthe pudo observar su perfil, tenía unas facciones marcadas que destacaban su atractivo sin contar el aura misteriosa que el hombre desprendía.

— ¡Ianthe! —exclamó la voz chillona de Yoko trayéndola de vuelta a la realidad. La miró sin evitar fulminarla—, es muy atractivo, ¿no? Joseph se molestará si se da cuenta —le advirtió. Ianthe dejó escapar un suspiro con mofa.

— Me da igual lo que piense Joseph —respondió de forma brusca mientras arrastraba la silla hacia atrás y se ponía de pie. Aaron la miró enseguida—. Necesito aire, joder.

El gemelo la siguió sin decir una sola palabra, y cuando estuvieron lo suficientemente alejados de la mesa, Aaron sacó una cajetilla de tabacos del saco y le ofreció uno.

— Definitivamente no soy buena para entablar amistades —concluyó mientras Aaron le encendía el cigarro.

— Es muy parlanchina esa mujer —respondió encendiendo su cigarro. En unos segundos más, Aiden y Jaiden se acercaron a ellos.

— ¿Qué saben hasta ahora? —quiso saber Ianthe aún con la mirada clavada en la espalda ancha de aquel saco blanco.

— Vicenzo Salvatore Bianchi —nombró Jaden—, hijo de Salvatore Bianchi líder de la mafia siciliana.

Los ojos de Ianthe brillaron con deseo. Le dio una larga calada al cigarro mientras asintió con la cabeza.

— ¿Qué hace aquí? Dudo que tenga negocios con Concetta, ¿no?

Jaiden asintió.

— La mafia siciliana no tiene pactos con ninguna otra familia que no sean las que trabajan para ellos —respondió—, no pude investigar más.

— Yo me encargo —dijo con una sonrisa amplia mientras dejó caer el cigarro al suelo.

Caminó con seguridad hacia la mesa del hombre italiano, cuando estuvo lo suficientemente cerca aclaró su garganta llamando la atención de los presentes.

— ¿Puedo sentarme aquí? —preguntó con voz tenue, los hombres la miraron de arriba abajo con deseo. Finalmente, Vicenzo la miró. Descubrió en él una mirada celeste, el hombre la observó sin inmutarse por segundos.

— Que placer recibir a una mujer tan bella en nuestra mesa —halagó uno de los hombres frente a ella. Se obligó a esforzar una pequeña sonrisa. Cuando su mano tocó el respaldo de la silla a punto de arrastrarla, la mano grande y masculina de Vicenzo se posó sobre la de ella.

— Permíteme —masculló.

El hombre se puso de pie, evidenciando la diferencia de altura con la de ella. Aún con zapatillas, Ianthe le llegaba a la barbilla. El italiano arrastró la silla para ella, Ianthe se posó por delante de la misma, Vicenzo le acercó la silla cuando se sentó. El hombre se acomodó el saco antes de sentarse en la silla de al lado.

— Debes ser una buena socia de Concetta para estar aquí —mencionó otro de los hombres de la mesa frente a ella. Una sonrisa estiró los labios de Ianthe.

— ¿Tan complicado es ver mujeres jóvenes en los eventos de Concetta? —preguntó a cambio con humor. 

— Tan guapas y jóvenes como tú, si —respondió el tercer hombre.

— Verás, Concetta es un tanto... posesiva con sus socios y sus negocios —añadió el primer hombre de complexión robusta. Si pudiera describirlo en una palabra, un ratón se asemejaría a su imagen.

B R O K E NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora