S E I S

2.4K 117 8
                                    

06. Visitando al viejo Geoff.

Siempre había deseado hacer todo lo que quisiera y de algún modo, hoy puedo cumplir aquello.

No de la mejor manera, por supuesto, pero lo importante era que, sin duda tenía el control de mis decisiones.

— Contraseña —pide el grandulón a través de una rejilla por la puerta grande de metal. Espero unos segundos antes de abrir la puerta y con fuerza estampar la misma contra el hombre.

— Contraseña, mi culo.

Camino perdiéndome entre la oscuridad de los pasillos, hasta dar finalmente a la primer puerta.

Agacho la mirada, no por miedo, sino que, lo que pasaba allí no era algo de mí importancia.

En éste inhóspito burdel de mierda se podía encontrar de todo. Tal como una anciana coger con su mismo nieto.

Sigo mi camino dirigiéndome por las viejas lámparas de gas pegadas a la pared. No iluminaban mucho pero si dejaban un poco a la vista el camino. Antes de poder llegar hasta la oficina del dueño, primero tenía que recorrer varias habitaciones tal cómo un laberinto y a la vez, un museo dónde las personas podían pasearse cómodamente mientras disfrutaban de todas y cada una de las escenas que se daban en las habitaciones.

La próxima habitación a la que entro está perfumado con un dulce olor a vainilla. Cuando levanto la vista conecto con con la mirada azulada de una niña, de no más de doce años. La niña estaba siendo cogida analmente mientras el viejo acariciaba con rapidez la vagina de la niña.

Demonios.

— ¿Te nos unes? —pregunta con una sonrisa perversa que pronto es borrada pues, en su rostro se forma una expresión de dolor cuándo el viejo decide pellizcar sus pezones.

— Espero que disfrutes lo que haces, porque es la última vez. Maldito pedófilo —no me detengo de jalar el gatillo. La bala sale disparada atravesando el cráneo del hombre, dejando un agujero marcado del cuál, había comenzado a brotar sangre escurriendo desde su frente hasta su barbilla.

— Vete y llévate su dinero.

Sigo mi camino dejando a la niña anonadada.

No hace falta que toque la última puerta pues, esta se abre sola. Sentado en un sofá de cuero individual se encuentra Geoff, el anciano decrépito dueño de esta bazofia.

— Tardaste más de lo que esperaba —dice, luego de echar una mirada a su reloj— por cierto, no puedes simplemente llegar y matar a mis clientes Ianthe. Ben era uno de mis mejores consumidores —chasquea y niega.

— ¿¡Qué demonios significa esto!? —le exijo saber, ignorándolo por completo.

Arrojo a su regazo el sobre que había encontrado afuera del departamento de Evan, dónde habían fotos y algunas amenazas escritas por su propia letra. Amenazas que tenían como objetivo asustarme.

— No comprendo —al ver su rostro en una de las fotografías que evidenciaban su presencia en la casa de mi madre, palidece por completo y yo enfurezco más.

— ¿¡Qué demonios hacías en mi casa!?

— Había —aclara su garganta—. Había estado recibiendo llamadas extrañas, en la última llamada mencionaron tu nombre. ¿No te das cuenta de qué quieren ponernos en contra?

— ¿Rastreaste el número?

— Las llamadas duraban menos de siete segundos. El número evidentemente es de aquí. Tienes muchos enemigos Ianthe.

B R O K E NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora