D I E C I O C H O

899 60 0
                                        

El tacto suave de una mano sobre mi rostro me hace volver en sí, un jadeo imposible de silenciar sale desde mi garganta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


El tacto suave de una mano sobre mi rostro me hace volver en sí, un jadeo imposible de silenciar sale desde mi garganta.

Me obligo a despertar de aquel agujero negro en el que estaba mientras mis ojos batallan contra la luz que reciben. Parpadeo acostumbrándome de a poco a la iluminación de la habitación.

El tacto cálido de los dedos que acariciaban mi brazo frío me hacen girar a ver al responsable. Sus ojos azules me reciben cálidos, llevaba el cabello rubio oscuro desordenado, con varios mechones cayendo sobre su frente. Sus mejillas sonrojadas delatan un par de hoyuelos cuando sonríe.

— Ianthe —murmura con sorpresa, incrédulo de lo que estaban viendo sus ojos. Sus labios besan la piel fría de mi frente y suspira con alivio—, era hora de que despertaras.

Me quedo en silencio, inmóvil frente al desconocido. Mi mente se esforzaba por recordar aquel rostro conocido pero simplemente no podía. Y aquello me causaba cierta frustración.

¿Era un amigo nuevo? No. No estaría mirándome como lo hace. ¿Un novio? Imposible.

Tendría que conocerlo de algún lado.

— ¿Quién eres? —pregunto finalmente, cuando el hombre rubio se separa de mí. Mi voz sale más ronca y brusca de lo que esperaba.

El chico frente a mí me observa ofendido ante mi pregunta, abrumado por lo que acababa de escuchar. ¿De verdad era tan insultante el hecho de no poder recordarlo? Guarda silencio durante unos minutos pensando su respuesta, y cuando finalmente lo veo decidido a responder, simplemente niega con la cabeza mientras aclara su garganta.

— Olvidalo —espeta.

Lo veo dar la media vuelta y sin ver atrás, desaparece por la puerta.

Su ausencia causa intriga en mi interior, aunque no me podía dar el lujo de ir a buscarlo, lo haría cuando me recuperara.

Veo un médico llegar apresurado por la puerta con dos enfermeras siguiéndole por detrás, sorprendidos de verme consciente.

— Señorita Stewart ¿Cómo se siente? —inquiere el doctor acercándose con interés.

— Bien —respondo con sencillez—, con hambre.

Una sonrisa aparece en el rostro maduro del hombre de bata blanca.

— Maravilloso.

El hombre revisa mis signos vitales y una de las dos enfermeras vigila el suero que tengo conectado a la vena de mi mano izquierda asegurándose de que el líquido se esté administrando correctamente. Después de eso se retiran prometiendo mandarme mi comida enseguida.

Minutos después, la puerta se vuelve a abrir. Una enfermera pasa con un carro metálico en el que transporta una bandeja con comida. El olor que desprendía la misma causa un regocijo en mi estómago. Calabazas con brócoli y pollo a la plancha acompañado de una gelatina de limón y agua natural. Lo suficiente para matar el hambre.

B R O K E NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora