C I N C U E N T A Y T R E S

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El brazo de Vicenzo envolvía con fuerza y firmeza la cintura de Ianthe. Sus ojos celestes la observaron en silencio durante unos segundos intentando divagar más allá de sus pupilas, aquellas que se encontraban por completo dilatadas.

Una sonrisa arrogante apareció en el rostro del hombre.

— No puedes ocultar lo mucho que te excita estar entre mis brazos —masculló en su oído. Su voz ronca provocó un estremecimiento en la piel de Ianthe.

Maldijo para sí misma.

Podía sentir la humedad entre sus piernas. No lo negaba, el tacto y la voz de Vicenzo la excitaba de sobre manera, añadiendo que se encontraba en su fase de ovulación y la presencia y el perfume del hombre no le ayudaba lo suficiente.

Ianthe se acercó al rostro del hombre, y sin dejarlo de observar fijamente, susurró sobre sus labios:

— Tienes razón —sus labios rozaban los labios del hombre, entremezclando sus respiraciones—, pero sé sobrellevarlo muy bien —dejó un beso húmedo en la comisura de sus labios antes de tomar distancia del hombre y volver a su mesa con una sonrisa socarrona mientras lo dejaba atrás, con un problema entre sus piernas.

— Eso fue... intenso —le dijo John cuando se sentó a su lado.

— Sé manejar perfectamente a los lobos como ese —le respondió a cambio con seguridad.

Más tarde finalmente sirvieron la comida por tiempos. Nuevamente Concetta brindó en medio de la comida con sus invitados, agradeciendo su presencia y deseando la feliz navidad. Lo que llevó a Ianthe a maldecir internamente.

Se puso de pie y caminó hacia la recepción del lugar mientras su teléfono pitaba buscando conectar la llamada. Finalmente la voz de su ex novio sonó al otro lado de la línea.

Xander colocó el altavoz mientras se encargaba de terminar de envolver los regalos.

— Ianthe —expresó con asombro.

— ¿Cómo está? —le preguntó la mujer, una sonrisa se formó en los labios del hombre.

— Bien, ahora mismo disfruta de la alberca —respondió a cambio mientras echaba un vistazo por la ventana de la habitación.

A sus cinco años, el pequeño castaño era un experto nadador. Tenía bastantes habilidades que Xander le había inculcado.

— Sigo envolviendo los regalos. Será una noche larga —dijo con nostalgia agregada en la voz.

El corazón de Ianthe se oprimió, sintió sus ojos cristalizarse.

— Desearía...—Xander le interrumpió.

— No. ¡Deja de desear! ¡Maldita sea! —exclamó con molestia—. Por primera vez deja tus estúpidos miedos y ven con nosotros. Logan te necesita.

— Y yo a ustedes —masculló de vuelta con la voz envuelta en melancolía.

— Te haré llegar un chofer, te estará esperando en la terminal de autobuses —espetó.

La llamada finalizó.

Signorina —la voz de Enzo por detrás la toma por sorpresa—, la signora Concetta requiere su presencia. De inmediato —apresura.

B R O K E NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora