«Los monstruos no nacen... los humanos los crean».
A los veinte años, su vida ha sido una guerra silenciosa.
Desde el abandono de su padre, el rechazo de su madre y el peso brutal de la pobreza, aprendió a defenderse como fuera: primero con silencio...
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— Supe del incidente el miércoles... ¿Cómo te fue en las terapias? —cuestiona John a mi lado, mientras me mira con sus ojos cargados de preocupación.
— Los doctores dicen que voy avanzando rápido —me limito a responder mientras tomo un sorbo de la botella de agua.
— Lo del miércoles... -insiste.
— No fue nada grave —le corto de tajo. Dejo la botella de agua en el piso mientras retomo los golpes en el saco de box.
— Te dijeron que evitaras situaciones de estrés...—
— Y justo ahora te estás convirtiendo en una maldita situación de estrés —mascullo. El azabache no dice nada más y el ambiente de pronto nos envuelve en un silencio tenso.
El sonido de los golpes secos contra el costal es lo único entre los dos. Las gotas de sudor resbalan por los costados de mi rostro hasta la mandíbula donde caen al precipicio. Mi corazón se agita cuando aumento los golpes con desesperación y coraje. Finalmente dejo salir un gemido de frustración mientras doy la media vuelta encarando al azabache.
— Sé que te preocupas por mí, pero sé cuidarme sola —le digo, trayendo su atención de vuelta a mi.
John asiente sin decir nada.
Sabía que había sido brusca y que había herido sus sentimientos, sin embargo él me conocía perfectamente.
— Lo siento, ¿si? Han sido días de mierda, lo último que deseo es estar molesta contigo.
Esta vez John no se detiene de envolverme entre sus brazos, en un cálido abrazo.
— Entiendo, trato de hacerlo —suspira—, solo me preocupas. Debajo de toda esa fachada de chica mala, aún existe un ser frágil que merece atención y cuidados. Y estoy dispuesto a ser esa persona que te cuide —sus labios besan mi cabeza en un gesto fraternal—. Ve y toma un baño, te acompaño a casa.
Sin protestar hago lo que me pide. Me dirijo hacia las duchas, del locker saco mi valija donde tengo lo necesario para una ducha.
Después de veinte minutos finalmente termino de cepillarme el cabello húmedo, y tras guardar todo de regreso a la valija, salgo de las duchas. Veo a John despedirse de unos hombres que entrenaban antes de dirigirse hacia mi.
— Andando.
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