Capítulo 13.— Querida amiga, te deseo de corazón..., la muerte.
La primera vez que pasó por mi cabeza la idea de arrebatarle la vida a alguien más tan solo tenía nueve años.
La vida se había encargado de demostrarme que aún no vivía la mierda suficiente para aprender a sobrevivir. No había sufrido ni un poco de lo que me esperaba.
Me encontraba concentrada intentando resolver un problema de divisiones con punto decimal, la profesora se tomó un momento para salir atender un asunto con la directora así que el aula se quedó hecha un relajo. De pronto, casi sin esperarlo, un jalón en mi cabello me indicó que había problemas.
— ¡Tiene piojos! ¡La pobre tiene piojos! —gritaba la niña a todo pulmón para llamar la atención de todos los demás niños que enseguida volteaban la mirada en mi dirección, asqueados.
Por supuesto lo de los piojos era otra mentira más de Sophia.
Podría ser pobre, pero la higiene en mi casa nunca faltó.
Un líquido espeso cayó por mi cabeza hasta manchar el cuaderno en el pupitre. Me había vaciado avena en el cabello. El resto de los niños comenzaron a reír y yo, a llorar.
Aquella era una de muchas de las humillaciones que recibí por parte de aquella pequeña niña rubia de ojos verdes.
No comprendía cómo era posible que dentro de una pequeña niña que debería desprender dulzura, había maldad pura. Su físico era mera apariencia de una niña angelical.
— Eso te sucede por piojosa —añade Sophia con una sonrisa, satisfecha de lo que hizo. Levanto la mirada solo para mirarla con coraje. Estaba harta.
— ¡Te odio! —bramo con fuerza, aplacando las risas en el aula. Tomo impulso y me pongo de pie en mi lugar—. Ojalá que te mueras pronto, sola y sin consuelo —siseo.
Agarré mi mochila y me la colgué del hombro mientras me abría paso chocando mi hombro contra el cuerpo flacucho de Sophia.
Ese día al llegar a casa, en la ducha me había hecho la promesa de que quería ser yo quien la viera muerta, quería verla a los ojos mientras su alma abandonaba de a poco su cuerpo, cediendo ante la falta de aire por la presión que mis manos ejercían sobre ese pálido cuello lleno de pecas.
Aquel escenario se había vuelto recurrente con el tiempo, cada que podía observaba a Sophia de lejos, imaginando mis manos al rededor de su cuello. Sabía que aquel pensamiento estaba mal, pero me hacía sentir tan bien.
Mi pasatiempo favorito había sido, por un tiempo, imaginar distintos escenarios donde yo terminaba apagando la vida de Sophia y todos los niños me amaban a mí.
Después de unos cuantos años, aquella fantasía se había cumplido, pero no había sido yo la responsable.
Sophia Grace, de tan sólo veintiún años de edad apareció muerta y mutilada en su habitación, la autopsia indicó que había sido agredida físicamente; hubo indicios de violación por empalamiento ante mortem. Todo parece indicar que esta ha sido otra obra más del asesino, que da un nuevo comienzo como serial...
Apago el televisor, rodeándome del silencio sepulcral de la casa.
La última vez que la había visto íbamos al mismo instituto, yo tenía dieciséis y ella diecisiete. Íbamos en el penúltimo año; la situación en casa había mejorado notablemente.
Mi madre se había recuperado por completo de su recaída por el abandono de René. Trabajaba medio turno en una cafetería donde ganaba lo suficiente para aportar dinero, mientras Bryden continuaba en las peleas clandestinas trabajando para Ricardo, y yo había comenzado a mover un poco de droga.
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B R O K E N
Teen Fiction«Los monstruos no nacen... los humanos los crean». A los veinte años, su vida ha sido una guerra silenciosa. Desde el abandono de su padre, el rechazo de su madre y el peso brutal de la pobreza, aprendió a defenderse como fuera: primero con silencio...
