«Los monstruos no nacen... los humanos los crean».
A los veinte años, su vida ha sido una guerra silenciosa.
Desde el abandono de su padre, el rechazo de su madre y el peso brutal de la pobreza, aprendió a defenderse como fuera: primero con silencio...
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Apenas llegamos al recinto, Joseph baja de la camioneta y antes de que pueda abrirme la puerta, uno de los chicos del valet parking se adelanta y me ayuda a bajar del vehículo. Joseph entrega las llaves de su camioneta y se acerca a mi mientras me extiende su brazo.
— ¿Lista para ser la mujer más bella del lugar? —pregunta con coquetería, sonrío.
— Por supuesto que si —respondo.
— Te presentaré con alguien importante Ianthe, si todo sale bien, pronto podrás materializar todo eso que deseas.
Me quedo en silencio analizando sus palabras.
Sea lo que sea que se refiriera, no había logrado comprender.
Sin embargo le resto importancia.
Personas más, personas menos.
Una vez llegamos al recibidor, caminamos directo al ascensor, dónde uno de los trabajadores del lugar presiona el botón del mismo para que bajara, el ascensor abre las puertas y dentro, el mismo hombre presiona el piso 3, se despide deseando buena velada y las puertas se cierran.
— Te ves tan jodidamente tentadora Ianthe, ese vestido..— Su mano se desliza en mi pierna hacia la abertura del vestido, y sus dedos vagan curiosos hasta llegar a mi vagina—. Maldita sea, ¿No usas ropa interior?
— No pretendía usar la misma ropa sucia —de un manotazo alejo su mano de mi intimidad.
De pronto lo tengo acorralándome contra una de las paredes del ascensor, su respiración se mezcla con la mía y sus labios apenas tocan los míos.
— Joder Ianthe, me vuelves loco —musita y posteriormente, sus labios atacan los míos con fiereza.
El elevador se detiene, y es cuando se aleja de mí, limpiando los restos de labial en mi rostro, justo cuando se abren las puertas termina de limpiarse los labios.
Joseph me empuja ligeramente fuera del elevador con su brazo sosteniendo por detrás mi cintura. El lugar está repleto de gente enfundada en trajes y vestidos de elegantes. Agradezco que nadie se tome la importancia de ver quiénes somos y porque estamos aquí. De cualquier forma, no había visualizado rostros conocidos en el lugar.
— ¿Y toda esta gente? —inquiero mientras seguimos caminando por el lugar, supongo en busca de la mesa donde está la persona que Joseph espera presentarme.
— Todas estas personas que ves, son gente de dinero. Interesados en la caridad.
— En quedar bien, querrás decir.
Joseph ríe.
— Como sea, esta gente está reunida aquí para aportar dinero a la causa, y por intereses comunes que después descubrirás. Por aquí, ven —esta vez suelta el agarre en mi cintura y toma mi mano para guiarme a la mesa donde veo un par de coreanos y un chico al lado de la coreana, que me parecen familiares.