C U A R E N T A Y C I N C O

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La habitación se hunde en un silencio cómodo, ambos se miraban sin necesidad de decirse nada, finalmente Joseph fue el primero en tomar la iniciativa, se inclinó hacia Ianthe y unió sus labios en un beso apasionado. La mujer le respondió, y no pudo evitar sentirse más dichoso.

Se separan cuando el aire les falta, y sus respiraciones se agitan.

— Temí perderte —le dice él, finalmente.

— Hierba mala nunca muere —responde ella con simpleza, a cambio Joseph rueda los ojos. Su mano envuelve la mano pálida de Ianthe, contrastando su tono de piel tostado.

— No tienes idea de lo mucho que me haces sentir, maldición —confiesa.

Ianthe oculta una sonrisa que amenazaba con aparecer en su rostro. Odiaba admitirlo, odiaba siquiera pensarlo pero, comenzaba a sentir más allá de una atracción física y sexual.

No quería, ni tampoco debía permitirse sentir nada ahora.

Además, muy poco sabía de él.

— ¿Hace cuánto tiempo trabajas para Concetta? —preguntó de pronto, desviando el tema exitosamente, pues Joseph se vio obligado a responder.

— Desde que llegó a América. Un poco más de un par de años.

Ianthe asintió.

Guardándose la información para si.

— Ahora eres parte de su personal de confianza, ¿no? —indagó con cautela.

— Mi trabajo me costó —confesó—. Concetta vio en mi habilidades que nadie más tenía. Además, soy muy bueno con los negocios y las relaciones públicas. Te sorprendería saber en todos los lugares que estuve por América.

— ¿Si?

— Tal vez después podremos saber más del otro —finalizó. Ianthe dio por terminado el cuestionario.

La puerta se abre y de ella entra Aaron con un suero rehidratante que le extiende a la mujer.

— Necesitas hidratarte —le explica.

Afuera, la puerta principal recibe un par de golpes anunciando una nueva llegada. Aiden se levanta del asiento y por la mirilla observa el cuerpo esbelto de una mujer mayor, era Concetta. Abre la puerta enseguida, y entra con ella, Damon.

— Tengo noticias —anuncia el hombre con una sonrisa ancha en el rostro.

— Antes de que continúes, ¿Dónde está Ianthe? —pregunta Concetta.

Adentro de la habitación, ni bien escucharon el sonido de nuevas presencias, Ianthe le pidió a Aaron que le ayudara a salir.

— No pretendo que vengan a ver un espectáculo ni a sentir lástima —espetó.

Aaron se aseguró de cubrir a Ianthe con una chaqueta de cierre por los hombros. Llegando a tapar su espalda desnuda. Y entonces le extendió el brazo.

Con esfuerzo, se puso de pie nuevamente y cojeó apoyada del brazo de Aaron hasta salir a la sala, donde vio las nuevas presencias de Damon y Concetta.

B R O K E NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora