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Le doy vueltas a la pulsera de plata sobre mi muñeca una y otra vez como una clara señal de lo que acepto, son nervios. Muchas veces al día los experimento cuando me enfrento a cosas nuevas e inesperadas, mi respuesta es poner un muro de hielo bien alto e impenetrable que con el paso de los años me he percatado, me lastima. Me he convertido en una experta en disimularlo, para muchos soy la chica fría y sin sentimientos, la gótica, a veces la emo, la que viste de negro, la que lanza malas miradas y palabras fuertes a las personas a su alrededor. Casi todos me ven por lo que intento proyectar y no por lo que realmente siento. Justo aquí, intento actuar natural como si el registrar mi negocio en una web no fuese lo mejor que me ha sucedido en años. Es mi jodido sueño dando pasos de gigante por hacerse realidad.

—Listo— Mer aplaude con emoción— ya no hay vuelta atrás.

Solo puedo mirar hacia la pantalla ante mi y agradecer internamente a quien me escuche por haberme cruzado a esta chica talentosa y brillante.

—Nunca habría logrado tanto por mi cuenta Meredith, gracias por tanta ayuda. Yo... yo estaba equivocaba al pensar que podría sola así que... gracias por todo esto— quisiera decir más pero las palabras se niegan a salir. Su reacción es la que esperaba, se me tira encima y me atrapa de lado por el cuello. Empalagosa.

—¿Y si vamos por unas copas para celebrar? Necesito estirar el cuerpo y despejar la mente.

Asiento safándome y caminando lejos intentando levantar mi muro invisible nuevamente. No me aterra conocer gente, conversar, hacer "amistades". Siempre fui una chica sociable con muuuchos conocidos, pero amigos, siempre me ha aterrado la palabra. Amiga es una palabra amplia la cual incluye mucho de lo que me cuesta, me cuesta confiar porque sé cuánto duele la decepción y no quiero arriesgarme a volver a sentirla.

—Se vería muy raro andar por ahí metida dentro de un pillama de dálmatas no crees?

—Puedes pillar algo mío— una sonrisa pícara aparece en su rostro y por un instante, veo en ella a Alexander, son muy parecidos y a la vez diferentes. No sabría cómo explicarlo.


***

Estamos en un bar tranquilo que frecuento de vez en cuando, no es cutre ni snob, es algo así como un término medio entre la gente adinerada y la no tanto. Meredith viste un short corto ajustado y una blusa de tirantes anchos color rosa que nunca llegué a usar, fue un regalo de Steven en Navidad con un gran letrero en la parte delantera: I'M A PRINCESS. No le salté encima ni hice que se lo tragara porque su novia sufriría sin él y en consecuencia yo también lo haría. Fue una broma pesada que algún día pagará.

—Pídeme otra cerveza Ky— asiento y no sé por qué motivos su cara hace que me preocupe— ahora regreso— se aleja mirando su móvil y a los alrededores y no puedo evitar preocuparme aún más por ella

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—Pídeme otra cerveza Ky— asiento y no sé por qué motivos su cara hace que me preocupe— ahora regreso— se aleja mirando su móvil y a los alrededores y no puedo evitar preocuparme aún más por ella.

La veo desaparecer por la puerta trasera del bar y casi quiero correr tras ella como si fuese su maldita madre pero me contengo, privacidad, tal vez necesite de ella ahora mismo y solo sea un maldito estorbo. Ni siquiera sé cómo consolar a una persona, ni siquiera me salen las palabras cuando realmente las necesito.

Mi celular vibrando en la mesa con una llamada de Paul me hace desconectar de mis patéticos sentimientos maternales y de protección hacia Meredith, pincho contestar y no me sorprendo con la enorme sonrisa que aparece en mi pantalla.

—Hola al extranjero ocupado— le saludo en broma, no hemos estado en contacto por días. Quisiera decirle aquí y ahora que nuestras noches clandestinas llegaron a su fin, que acabaron los revolcones nocturnos y las llamadas a cualquier hora pero sería demasiado hacerlo de esta forma. No sé de que manera explicarle que quisiera seguir conversando con él, que puede andar por casa cuando lo desee pero que de ahora en adelante no sucederá nada más. Quiero acabar con esto.

—No sabes lo liado que estoy aquí en Canadá. Todo es una locura de aquí para allá y tengo apenas tiempo para respirar y seguir a lo mismo— su expresión es una mezcla de cansancio con enormes bolsas debajo de los ojos   y nostalgia por volver a su país y a sus cosas. Es un chico que ama su espacio y se estresa demasiado en lugares nuevos.

—Valla que te están explotando— levanto mi cerveza hacia él— brindemos por eso— su respuesta es reír y no me pierdo como se le achinan los ojos en el proceso. Es un chico lindo y dulce, es una lástima que pierda su tiempo preciado conmigo cuando ni siquiera extraño su presencia de forma romántica.

— Terminemos Kioto— las palabras saliendo de la boca de Paul de una forma nerviosa y atropellada me hacen soltar de golpe todo el líquido en mi boca. ¿Cómo así?

— Dozo meshiagatte kudasai— y ahora es mi turno para poner cara de desconcierto doble.

— ¿Qué jodidos ha sido eso Paul? Claramente era un japonés muy fluido.

Veo como se traga cada palabra que intenta escupir y su cara se vuelve color tomate extra maduro mientras se pasa una mano por la nuca.

—E...estoy en un restaurante como ves, uno japonés.

—Okaaay— es algo rara la actitud  nerviosa que proyecta, el idioma, la decisión de dejar lo que teníamos, todo es raro y nada encaja— me parece repentina tu decisión de dejar lo que teníamos pero siendo sincera, estoy de acuerdo con tu decisión— parece decepcionado con mis palabras y a la vez aliviado.

—Lo siento mucho Ki por ser una mierda de hombre y hacer esto en una llamada pero...

—No seas idiota Paul las cartas siempre estuvieron sobre la mesa, somos adultos los dos— doy un sorbo de mi cerveza y escaneo mis alrededores en busca de Meredith.

—¿Cómo van las cosas allá?— deja ir un largo suspiro y comienza a comer lentamente de su comida.

— Pues tengo una roomate, me despidieron de mi trabajo, estoy trabajando en mi estudio y pienso...

—¿Roomate? ¿despido? ¿estudio?

—Estás desactualizado, ya sé. Deberías comer y hablamos en otro momento. Te ves más delgado.

— No son los mejores días que he vivido.

Y es justo cuando voy a soltar una frase sarcástica para mejorar el humor de la conversación que la cara de Paul se vuelve un poema indescifrable.

Escucho el sonido de una silla ser arrastrada.

— Te encontré Paul Drucker, finalmente.

La llamada se corta y la voz de mi padre retumba en mi cabeza una y otra vez.

Paul

Mi padre

Paul está en Japón

Paul está con mi padre en Japón

Todo se vuelve negro y unas náuseas repentinas me atacan. Traición. Nuevamente Traición. Este maldito sentimiento de decepción nuevamente me quema por dentro, otra vez mi padre me arranca de las pocas cosas sinceras que creí tener.

Paul es otro maldito chivo expiatorio de mi padre, ahora lo sé. Todo fue malditamente falso y no era preocupación, era simplemente sucio y asqueroso dinero de por medio.

No es la primera vez que mi padre intenta sabotearme acercando personas programadas a mi vida que lo mantengan informado, bajé la guardia otra vez y caí de picada en su juego.

Todo es una mierda y se pone mucho peor cuando cinco llamadas después, Meredith no responde el maldito móvil y me largo sola del bar de la mano de una botella de alcohol.

Me refugio en ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora