El sonido de mis propios pasos sobre el pavimento me provoca arcadas. No sé de dónde he sacado la fuerza para subirme a un avión y luego estar aquí, a pocos metros de la casa donde nací.
Tal vez en el fondo de mi corazón solo espero que esto sea una broma de la hostia y mi padre me espere con el ceño fruncido detrás de la puerta.
Me aferro a esa estúpida idea como un salvavidas, necesito creer que todo esto es una estrategia para hacerme venir, para acercarse a mí y no lo que me hacen creer. Mi padre está vivo. Tiene que estarlo.
Cruzo la puerta principal y contrario de lo que esperaba no encuentro más que un hombre de traje negro haciendo una reverencia de respeto hacia mí. Escaneo mi derecha, mi izquierda y solo puedo ver una casa vacía llena de recuerdos que me rasgan el corazón.
¿Dónde cojones están todos?
Me llevo una mano al pecho, como si con el gesto pudiese mantener mi corazón que amenaza con salirse en su lugar.
Diez pasos más adelante y la casa sigue sumamente silenciosa y no puedo soportarlo. No más.
—Papá— digo en voz baja— esto no es gracioso— mi voz tiembla— no lo es. Estoy aquí— paso mi mano por la cara, desesperada— Papá— levanto la voz— Que he vuelto, tu hija está aquí— grito aún más fuerte— que estoy aquí Papá.
—Sé que Odias las palabrotas joder, pero ¿dónde jodidos estas? Párale a la broma ya— mi voz temblorosa y patética me golpea y me trae a la realidad. Una casa vacía no habla, una casa vacía no significa más que problemas, problemas de los gordos.
Ignoro el zumbido constante en mis oídos y me centro en caminar, caminar aunque no encuentre hacia dónde ni por qué.
Dos pasos, tres pasos, giro izquierda, cuatro pasos...
El peor sitio del mundo, suspiro, este es el sitio donde Papá se convirtió en alguien que no era. La oficina personal de Aoki Satõ.
Dejo ir mi aire contenido y me atrevo a querer ir más allá aunque duela.
Clave de acceso. Clave de acceso. Muerdo mis uñas intentando pensar como alguien que no soy yo.
Veintiuno cero ocho.
Error.
Mierda. Pensé que el cumpleaños de Jessica sería la clave.
Tampoco lo es su cumpleaños, ni la fecha de inauguración de su primera empresa.
Cero cuatro cero cuatro.
Y un click hace que mi corazón se desboque. La clave de acceso es mi cumpleaños.
La puerta se abre de golpe y al instante retrocedo. No estoy preparada para tanto.
Es exactamente igual a la última vez que puse un pie dentro.
Recuerdo cada maldito segundo de ese día como si fuese un tatuaje fluorescente en mi cerebro.
Mi maldita idea infantil y soñadora de pintar a mi madre y colgarle el cuadro en la oficina a mi padre. Estaba harta de verle llorar su nombre estando hasta la hostia de alcohol. Fui tan estúpida pensando que sería un regalo estupendo. Era una niña ingenua que no entendía, no entendía que Jessica nos había dejado, a ambos, nos había abandonado y solo lo supe claramente a partir de esa noche. Entendí la situación cuando vi a mi padre destrozar a patadas un retrato que había pintado con amor para él, entendí cuando me gritó una y otra vez que mi madre se había escapado con otro, con otro hombre y que no volvería.
Saber que a partir de ese instante viviría el terror de no tener una madre, saber que mi padre estaba tan fuera de sí que me daba miedo, saber esto abrió una grieta en mi corazón que jamás se ha cerrado.
Lágrimas corren por mi cara y solo puedo sostenerme de la puerta.
Fue una pesadilla, el pasado fue una pesadilla pero necesito, necesito que mi padre esté vivo.
Me dejo caer al suelo con ambas manos sosteniendo mi cabeza mirando hacia abajo. Mi padre tiene que estar vivo, necesito perdonarlo y arrancar de mí este odio lleno de raíces sembrado en lo más profundo de mí. Necesita estar vivo.
Levanto la cabeza y solo una cosa fuera de lugar en el despacho del gran y organizado Aoki Satõ, un papel arrugado fuera de la papelera. No es normal. No lo es.
Sacudo mi cabeza una y otra vez por notar detalles tan estúpidos en medio de esta mierda de situación. ¿Dónde están todos?
Me levanto de una del suelo de madera y me agacho junto a la bola de papel mirándola como si pudiesen salirse ojos y boca, como si fuese a gritarme al menos por cansancio dónde se han ido todos.
Un carraspeo de garganta me hace girar y esconder la bola de papel a mis espaldas.
—Señorita Satõ, ¿Qué hace en el suelo? Venga ya que la estamos esperando.
—No...no quiero ir.
—Debe ir Señorita.
Miro hacia el retrato colgado frente a mí en el que mi yo de 5 años sonríe al ser sostenida por los fuertes brazos de un Aoki totalmente diferente a lo que verdaderamente recuerdo.
—No está muerto. Dime que no— recordaba a Chen un poco más alto, como mucho mucho más pero he crecido lo suficiente para sostenerlo de ambos hombros en un intento patético y desafortunado por seguir creyendo mi propia inventiva— Dile que venga Chen, dile que estoy dispuesta a perdonarlo— me caigo al suelo perdiendo mi agarre— dile que no diré palabras feas y me quedaré callada. Dile que venga ahora.
—Señorita— su voz rota y desesperada es mala combinación para mi estado de negación— debe calmarse.
— Solo tráelo Chen, ahora— este parpadea una y otra vez ante mi persona y suspira antes de sacar su móvil y teclear con desespero.
Papá es un tipo duro que no juega partidas predecibles, no es un tipo simple que agarraría un arma y se agujearía la cien porque sí, no era un cobarde y no me tragaré estas mentiras.
—Dile que salga, que se acabó el juego— pronuncio con lentitud— he perdido.
— No existe ningún juego Señorita, no hago esto más difícil y...
—Yo me encargo— abro los ojos como platos ante la voz autoritaria que se hace presente.
![](https://img.wattpad.com/cover/323121300-288-k748159.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Me refugio en ti
Teen FictionKyoto Satō ha sufrido gran parte de su vida. El abandono de su madre y la frialdad de su padre la han convertido en alguien fría, indiferente. Incapaz de abrir su corazón a ningún hombre. Fiel defensora de que el mundo está jodido y que el amor es...