32

10 3 1
                                    

Papá me reconoce, papá me quiere, mi papá se arrepiente.

Me sobo el pecho como una estúpida forma de encontrar consuelo, de darle calor a mi alma con un poco de fricción.

Aoki Sato, mi papá, no murió odiándome por egoísta, murió orgulloso y pensando en mí.
No soy una mancha en su vida, no soy una sombra, no soy un error, él me amó, a su forma. Su amor fue imperfecto, pero tampoco soy asomo de perfección, papá me amó.

Lucho con el impulso de salir corriendo a su habitación, lucho con todas mis fuerzas por no tirar nada al suelo, lucho por no moverme, por no hacer nada, por no dar indicios de cómo me desmorono por no haber tenido la oportunidad de perdonarnos mutuamente. No sé cómo afrontar lo que viene, no sé cómo manejar este cuerpo inestable.

Unos toques en la puerta me sobresaltan y escondo la carta entre las sábanas con gestos torpes, esta se abre y me sorprende ver que se trata de Alexander bloqueando la entrada al señor Chen con suma convicción de no dejarlo pasar.

─ Déjalo entrar.
Me aseguro de esconder la carta aún más sumándole otro poco de tela encima.

─ No sé él que hace, realmente ─ dice mirando hacia atrás con obvio disgusto ajustando su uniforme.

─Solo me está cuidando.

─Señorita ─ hace una reverencia y tuerzo los ojos.

─Dejemos eso. No lo soporto─ aparto el edredón con sumo cuidado y llevo mis pies acalambrados al suelo ─ No vendré a vivir a Japón, si es a lo que vienes.

─ Señ…

─No es tan fácil, Chen, no lo es, aquí, aquí no tengo nada.

─El futuro de todo está en sus manos, señorita.

─¿Qué?

─Tu padre, te lo ha dejado todo─ atónica, incrédula.

─No ─ alcanzo a susurrar sosteniéndome de la baranda de la cama. El dinero, como todo en exceso más que felicidad, solo trae consigo una enorme carga, una que no deseo.

─Aquí está ─ me extiende una carpeta negra perfectamente simétrica.

─Su testamento ─ aparto mi vista, sigo queriendo gritar hasta el maldito cansancio, sigo prefiriendo desaparecer y no estar aquí, sigo, por mucho que intento, sintiéndome sola, abandonada. Siento que todo esto es malditamente injusto, que merezco paz, merezco más que este sentimiento inseguro de cómo actuar, qué decir, qué no hacer─ déjame sola.

Deseo apartarme del mundo y gritar hasta cansarme, salpicarme de negro, fundirme en un papel por meses, estar en silencio por mucho tiempo más, sanar mi herida, leer una y otra vez las palabras de papá.
Nada de esto es posible, la realidad es otra y es cruel.

No quiero preocupar a mis amigos.

Tengo responsabilidades que afrontar.

Tengo que ser adulta y tragarme las penas.

Mi padre dirigía una de las empresas más grandes de toda Asia, MEDICAL, una de las distribuidoras de equipos médicos más reconocidas del mundo entero, una empresa de renombre.
Tenía más de la mitad de las acciones a su nombre, era un doctor biomédico reconocido, un hombre, ante la sociedad intachable, yo, yo solo soy una persona inestable de veinticuatro años, que dejó la universidad en fin de período y nunca volvió, que ama pintar pero que tampoco es la mejor en eso, no soy nadie en comparación y tengo un peso de elefante encima.
La junta va a rechazarme, los directivos van a abuchearme, y mi vida, va a marchitarse, no quiero esto, no quiero esta responsabilidad sobre mis hombros. Vivir así no es lo que deseo.

La capeta negra sobre la cama me provoca arcadas pero aún así la abro y me detengo a analizarla.
Propiedades a nombre de Kyoto Sato. La cierro de golpe.
No quiero esto.


─Aleexander ─ camino hacia la puerta ─ Alex…─y se abre en mis narices de golpe, como si realmente estuviese de pie junto a ella todo este tiempo─ sácame de aquí─ su mirada de preocupación analizando si debería o no hacen que enfatice─ diez minutos, necesito aire.

                          ***

─¿Por qué elegiste salir conmigo? por encima de todos. Incluso sobre el de los piercing ─ ignoro el comentario y me enfoco más en caminar  entre los arbustos. Recordaba el jardín más grande, más verde, no tan sombrío.

─ ¿y tú? ¿Por qué sigues aquí? ─ le pregunto en respuesta, sin poder evitar que mi corazón se desboque. No comprendo a Alexander.

─Estuviste conmigo, en mi peor momento y quiero quedarme en el tuyo, quiero estar aquí, contigo ─ parpadeo dos veces consecutivas para evitar que las lágrimas me traicionen y permanezco en silencio─ sé que te ignoré por mucho tiempo como un pedazo de inmaduro pero te juro que me costaba mirarte a los ojos y no por vergüenza ─ camina dos pasos hacia mí y retrocedo otro por prudencia─ quería tenerte más cerca de lo que ibas a permitirme, quería sentir tus manos sobre mí en miles de situaciones diferentes a la de aquella mañana, quería tenerte para mí Kyoto, insanamente te colaste aquí─ se señala la cabeza y trago en seco─ y me atrevo a decir que también aquí─ señala su corazón por encima de su pecho y el mío late tanto que me dificulta respirar.

─Por eso corriste a ella─ logro arrancarme con rabia─ corriste a ella después de besarme a mí, fuiste corriendo a sacarte de encima tu insana calentura─ sacar esta espina de mi pecho hace que sangre, pero siento alivio, alivio de hacer que pare de disparar flechas de amor con palabras si jodió todo con malditas acciones─ la tienes a ella y no entiendo qué mierda haces aquí, no lo entiendo─ mi cabeza duele, mi pecho arde, odio todo, odio esta sensación constante de querer desaparecer, de no querer estar─ tienes la cara de hablar de amor y deseo cuando me la restregaste en la cara con pura burla.

─ Me hiciste creer que el de los piercing estaba contigo, ¿querías que riera?

─Eso y meterte en su cama son cosas diferentes─ le acuso con el dedo perdiendo mi paciencia, esto no nos lleva a ningún lugar, quería aire fresco no respirar fuego.

─Aisha y yo somos amigos, no sé qué mierda se fumó para decir que estaba conmigo si ni siquiera estaba con ella─ ignoro sus palabras intentando alejarme pero me agarra del brazo y me detiene─ me olvidé el móvil, ¿vale? Pasé a su casa, sí, como lo he hecho cientos de veces─ trago en seco al ver que separa un mechón de mi cabello y se lo permito solo porque no tengo fuerzas para replicar─ me dejaste la cabeza echa un lío y todavía no entiendo por qué─ intento safarme, no tengo deseos de esto─ ¿por qué te fuiste?

─No…

─¿Algo…─ ver que también traga en seco hace que dude, un poco─ algo estaba mal? ¿no te gusto?

─No… no te creo─ logro decir y soltarme de entre sus manos sosteniéndome el rostro a ambos lados.

─Teníamos algo—lo sabía —ocasional, pero terminó, hace mucho ─ resoplo y río.

─ Un punto más a tu inocencia─ le levanto el pulgar.

─Estoy siendo sincero, porque quiero conocerte.

─Suerte─ le susurro alejándome.

─Tengo tiempo, mucho tiempo─ me alejo rápidamente y sus gritos hacen ecos en mí.

Alexander me gusta, me gusta más de lo que voy a aceptar, pero no le creo ni quiero hacerlo. Problemas me sobran. No me sumaré una más por voluntad propia.

Me refugio en ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora