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—Es precioso— susurro intentando no derramar otra lágrima. 

Acaricio el papel y cierro los ojos sintiendo la textura de cada trazo. 

Alexander no lo sabe pero acaba de poner una curita justo en la grieta de mi  corazón.

Deslizo mis dedos nuevamente por el papel y no puedo evitar sonreír cuando me desplazo sobre la A y la B enlazadas, la firma de mi pintor estrella. Un pintor multimillonario que me regala cuadros como consuelo, el mismo hombre que me está robando suspiros y dibujó una sonrisa de suficiencia en mi rostro cuando hace solo dos horas casi aprendo a montar bicicleta.

Siento dolor y estoy sin dudas atravesando una crisis, no sé si estoy maximizando pero Alexander se me está colando dentro y puedo sentirlo, tan dentro, dónde nunca dejé a nadie colarse.

Adentro está oscuro y viven arañas que nunca he conocido y le temo a lo nuevo, a lo incontrolable. Le temo a esa parte de mí que nunca he permitido salir al exterior pero no puedo evitar marearme cuando lo miro queriendo más de eso que me hace sentir, de esa rabia eufórica o de esa atracción extraña que me invita a lanzármele encima. Cosas como estas no ayudan, imaginarlo aquí en mi habitación dibujando esto para mí.

En la pequeña tienda sentí vergüenza y sorpresa recorrerme el cuerpo y saber que seguía aquí, que cumplía su palabra de quedarse me hizo perder la cabeza por segundos porque quiero creerle, quiero creer en toda su palabrería pero no estoy dispuesta a sufrir, a que me hagan pedazos los  restos de lo que me queda sembrado en el pecho .

No somos nada, somos poco más que conocidos pero me sentí menos entumecida y perdida al sentir que estaba a mi lado, sentí que la situación con Paul y la empresa no eran nada, que podía relajarme, que podía permitirme un paso a la vez y al mismo tiempo respirar, ser una persona de veintitrés años sufriendo la muerte de su padre y buscando un poco de consuelo en otros brazos.

Nunca pensé que al regresar me encontraría algo así, nunca imaginé que Alex sería como un Romeo moderno y treparía por mi ventana a dejarme un dibujo de aliento. 

Agradezco con el alma que no se haya deshecho de los materiales restantes y pongo un papel en blanco sobre mis piernas sin atreverme a descolgar el lienzo de su lugar.

No sé si es el tan llamado destino o es pura coincidencia, pero necesitaba tanto un rincón para mí. Necesitaba drenar mi dolor e impotencia justo como solía hacerlo, pintando, sacando lo negro de mí.

No sé si Alex sospecha, no sé si Mery se ha ido de lenguas, solo sé que Alexander Becker ha dado justo en el punto de lo que necesito.

Coloreo una raya que divide en dos partes iguales y pienso en mi vida, en el antes y después que supone todo esto. 

No puedo evitar hacer un borrón de muchas líneas que se cortan, mucho trazo que se cruza, mucho negro en un papel, mi jodido cerebro hecho un embrollo.

Una línea más, otra más , los barrotes que me tienen encerrada, bloqueada.

Dejo ir el aire alternando mi vista entre los tantos colores de mi regalo y mi nefasto garabato.

Quiero ser feliz, Volverme a Estocolmo, conocer cosas nuevas y sin negarlo más, conocerlo a él. 

Enfoco nuevamente hacia mis piernas, mi cerebro encarcelado, mi realidad en un dibujo. Quiero ser esa flor que Alex pinta, esa que ya no solo lucha con un fuego invencible sino que se impone y crece, esa que domina al puto fuego y no se deja de nada, esa que es vida, no oscuridad. 

Agarro aire, todo el que puedo y descubro un espacio en la esquina inferior del papel y dudando, temblando dibujo algo para mí, una llave,  una para mi libertad, esa que puedo usar solo yo, espero usarla pronto.

Releo la nota color verde pegada en mi espejo y sonrío a medias, hasta su letra en cursiva me causa nervios.

9PM Hotel Rainbow.

Me refugio en ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora