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Pestañeo una y otra vez sin poder evitarlo, rayos de sol sumamente molestos se cuelan por mis ojos a través de un cristal y maldigo una y otra vez en japonés, y en un raro francés que nunca logré aprender correctamente. Espera. ¿Cristal?

¿Dónde estoy?

Recuerdo vagamente los últimos minutos antes de perder el conocimiento, todo fue un maldito caos que hubiese preferido olvidar al despertar, el secuestro, mi estado pésimo de ebriedad, Alexander sumamente molesto. Miro hacia un lado queriendo escapar nuevamente de la realidad y me encuentro con la persona que nunca pensé encontrar a mi lado al despertar.

—¿Por qué?— la urgencia en mi voz me toma por sorpresa, me incorporo en el asiento y el cinturón a mi alrededor hace que mis movimientos sean limitados—¿Por qué lloras?— pregunto a Alexander al ver su cabeza hundida en el volante, manos ensangrentadas y lágrimas silenciosas cayendo en sus piernas.

Muerdo mis uñas en clara señal de nervios.
El silencio es desgarrador y el hecho de que se comporte como un jodido robot sin batería es mucho peor, me hace imaginar tantas cosas y ninguna de ellas es ni un poco buena, ¿qué ha pasado? Estamos frente a un hospital que no reconozco cercano a mi apartamento ni de los alrededores y esto aumenta mi ritmo cardíaco a un nivel asfixiante.

—¿La.. la encontraste?— pregunto con temor a escuchar la respuesta, presa de un miedo horrible que se apodera de mi— ¿Cómo está?— me atrevo a insistir pasando las manos por mi rostro con gesto nervioso.

No se mueve, no respira, no hace un jodido moviendo que me indique que me escucha, safo mi cinturón e intento acercarme a su cuerpo como puedo y levantarle el rostro y me sobresalto cuando habla pero sin mover un solo músculo.

— Necesito estar solo.

Su voz ronca y ausente de vida hace que me apiade y no desee estar bajo su piel justo ahora y dentro de mí se remueva y despierte un sentimiento escondido pero nunca olvidado, el dolor de perder algo que amas, el desespero, la desilusión...

Pierdo el control de mi cuerpo y pensamientos cuando el corazón comienza a golpearme fuerte el pecho pensando en los escenarios posibles, analizando la gravedad del asunto, analizando todo lo que pudo haber salido mal en ese maldito secuestro que pude haber evitado, siempre yo y mi egoísmo de ser yo primero, siempre y yo y mi manía de no involucrarme, siempre yo y mis malditos defectos destrozando todo, claramente Alexander está muy mal, Meredith estará peor, si aun está.

Sacudo la cabeza intentando sacar de ella nefastos pensamientos y miro nuevamente hacia mi lado. Las lágrimas no paran de caer sobre sus piernas y sus manos de apretarse en el volante y sus venas como si fuesen a explotar de tanta presión y me desespero aún más por no saber cómo actuar, qué decir.

Tomo varias respiraciones y aunque mi impulso por salir del auto es mucho mayor, intento nuevamente hacer preguntas.

—Solo dime, ¿Está viva?

Me arrepiento al instante de mi falta de tacto pero también estoy desesperada, también estoy preocupada.

—Solo habla maldita sea— elevo el tono de voz exasperada por su silencio asfixiante— también me importa tu hermana joder— sin darme cuenta golpeo la parte delantera del auto consumida por la rabia y me arrepiento al instante cuando mi pie comienza a doler por estar descalza.

Me calzo mis sandalias que estaban esparcidas por la alfombra con algo de trabajo por el limitado espacio.

Y no consigo que se mueva ni siquiera una partícula en el viento con mi teatro.

A veces me pregunto por qué la vida me hace tropezar con situaciones que no se manejar, situaciones como estas en las que no tengo puta idea de consolar a alguien, que no se me dan las palabras y menos si estoy involucrada sentimentalmente, porque lo estoy.

Me refugio en ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora