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─ ¿A dónde vas echa una furia mujer?
─ Pues acabo de poner el tonto Meredith Becker─ ante la mención de su hasta ahora desconocido apellido ella abre los ojos con sorpresa.
─Ky, puedo explicarte. Es su vida personal y él… él me pidió decírtelo él mismo, yo no quería que…
─Es obvio que me han visto la cara los dos.
─No es así, no es como crees. Él es mi hermano Ky, quería hablarlo contigo primero.
─¿Hablar? No quiero que me hable, no quiero siquiera que me mire.
─¿Pero de qué hablas? ─ pregunta confundida arrugando el ceño y alzando la voz─ Creía que se gustaban.
─¿Gustarnos? No te hagas ideas confusas Meredith, no ando detrás de nadie con pareja y sí que me ha dado una sorpresa.
─¿Pareja? ¿qué pareja? ─ no sé si me está viendo la cara de tonta o es experta en hacerse la inocente.
─No me digas que aún no conoces a tu cuñadita y está justo dentro de tu propia galería, no me jodas─ paso por su lado, consciente de que si no me marcho esto se pondrá peor. Mer no tiene nada que ver con mi estado de molestia pero sí que es cierto que me mantuvo en la oscuridad mucha información que si hubiese tenido me hubiese ahorrado desarrollar atracción por su hermanito.
─Kyoto─ dice riendo y esto hace que enfurezca─ hablas de Aisha─ la conoce o no, tuerzo los ojos─ es su amiga de toda la vida, se le pega como garrapata todo el tiempo con la esperanza de que la corresponda algún día. No debes preocuparte por ella.
─Ah pues mira, que casualmente el propio Alexander me la ha presentado con la palabra─ hago comillas en el aire─ novia─ me mira con confusión.
─Sería una broma─ resoplo perdiendo la paciencia.
─Lo llamé a las dos de la madrugada y ella fue quien atendió el móvil cariño, no te esfuerces. Acabo de pegar cables y esa maldita voz de pito no la olvidaría jamás.

—Pero, pintó ese cuadro para ti, no lo entiendo, no— da vueltas en el sitio y me quedo muda ante su confesión.

—¿Que pintó qué?

— El regalo, no era mío, era de Aleix, era su regalo por tu apertura.

—Por..¿Por qué mentiste?—titubeo y sin saber lo que hago camino a la salida.

─Kyoto, no te vayas, no te enfades conmigo. Hablemos.

─Solo necesito aire Mer, todo bien con nosotras─ le sonrío intentando calmar los miedos que sé pueden estar atacándola─ Luego te llamo vale.

***

Miro fijamente la pintura colgada en mi habitación y me cuesta creer que es única en su tipo y que fue hecha para mí. Alexander pintó esto para mí, pensando solo en mí y en nadie más. Me pintó como una inquebrantable, como una chica irrompible que nada puede hacer caer. Pintó esto con puros ojos de admiración hacia mí, es un mensaje precioso que no había podido descifrar antes. Soy la flor que no se quema, soy yo ante sus ojos y no puedo estar más confundida.

La pintura es perfecta pero la realidad no lo es. En ella existe Aisha Lyon interponiéndose entre lo que siento y lo que podría sentir Alexander y es una puta mierda la incertidumbre entre la verdad y la mentira. Será que son realmente amigos o será que me he atascado con este chico como cuando se te pincha una goma en el lodo. No puedo avanzar aunque lo intente.
Alexander es mucho más de lo que pensaba y me gusta, me gusta esta nueva  versión mucho más que la anterior. Me gusta este chico capaz de crear maravillas con sus manos, no es solo un chico sexy con un cerebro pequeño sino que es un artista con brillantes ideas, hace maravillas con el arte  y también con sus labios, mierda. Atrapada, estas atrapada hasta el cuello en la mierda y lo sabes, me repito resoplando.

Paso ambas manos por mi rostro y me pellizco el puente de la nariz dejándome caer hacia atrás en la cama.

─Estoy jodidamente hechizada─ digo en voz alta, aceptándome a mí misma que, por primera vez, me gusta realmente un chico.

Mis pesares se hace infinitas veces pequeños cuando enciendo el móvil y miles de llamadas de Japón me explotan en la cara, artículos reenviados de periodistas.
Problemas.
Solo problemas saldrían de una llamada de mi familia y esta revuelta de mensajes que no paran de llegar, el corazón se me sube a la garganta cuando siendo muy cobarde opto por abrir uno de ellos y esquivo la llamada y no puedo hacer otra cosa que llevar una mano a mi pecho.

Noticia de último minuto.
Aoki Sato, empresario multimillonario proveniente de Japón se quitó la vida en su desapacho. Ampliaremos la noticia en minutos con más detalles.

Aoki Sato. Aoki Sato. Sin vida. Sin vida. Sin vida. Sin vida.

Me pongo de pie como resorte y al instante mi cuerpo comienza a tambalearse de un lado a otro mientras miro a los alrededores en busca de un objeto del cual sostenerme.

No es cierto. Es falso. Es malditamente falso.

Tecleo con manos temblorosas el número de la persona que más deseo escuchar justo ahora y pateo el suelo con odio cuando no es su voz la que obtengo.

─Señorita Sato, ¿me escucha? ¿Señorita?

─Pásame a mi padre─ demando autoritaria.

─Señorita, su pa…

─Que me lo pases joder─ grito rasgando mi voz, sumergiéndome en una realidad desgarradora.

─Debe venir lo antes posib…

─No─ solo alcanzo a susurrar─ no puede ser.

─Lo siento. Debes venir lo antes posible Kyoto.

La vida me quitó la oportunidad de hacer las pases y no puedo soportarlo, no puedo sostener el peso en mi pecho cuando tampoco intenté nada al respecto. Creí que tenía una vida de por medio. Creí que algún día volveríamos a vernos, creí ilusamente muchas cosas, se lo dejé al destino y el destino acaba de darme una gran bofetada en la cara.
Mi padre ha muerto y todo lo que quedó entre nosotros fue rencor.

─¿Có…? ¿Cómo fue?

─Señorita, la estamos esperando, tiene un vuelo programado dentro de una hora.

─ ¿Que cómo jodidos se quitó la vida?

─Con un disparo─ solo puedo cerrar los ojos y dejar caer el móvil sintiendo un taladro enorme ahuecarme el pecho de forma constante y sin pisca de piedad.

Las lágrimas se niegan a salir por mucho que las sienta acumularse en mis ojos, mi pecho arde y mi mente no para de dar vueltas y enviar arcadas a mi garganta.
Todo gira y parece irreal, todo un mundo de fantasía que alguna vez imaginé se hace pedazos, jamás podré escuchar nuevamente su voz, no volveré a ver su risa discreta ante mis chistes ni escucharé una historia de vida interesante. No tengo papá. No hay perdón. No hay reconciliación. Ya no hay nada y duele tanto que mi cuerpo se niega a responder.
Duelen los recuerdos felices, duelen los tristes, todo duele porque le quería sin condiciones, en secreto y me arrepiento la vida por no haber respondido su mensaje.
Me golpeo el pecho, una y otra vez por haber sido estúpida, por no haber tomado un avión y darle un abrazo.
Me arrepiento por no haber creado yo el perdón que siempre he buscado, por no haber atado cabos, por no haber imaginado que el duro Aoki Sato no escribiría palabras así sin un plan de antemano. Papá ya tenía planes de quitarse la vida cuando escribió esas palabras. Eran sus malditas palabras de despedida y las tomé a la ligera.
Me equivoqué y no hay palanca que dé reversa. La realidad que yo misma creé me espera para tragarme viva, esta culpa y dolor en mi pecho son más grandes que cualquier cosa que haya sentido antes. Estoy fracturada a un nivel extraño al que no había llegado antes.

Ajena a mi propio cuerpo comienzo a abrir gavetas con desenfreno en busca de mi pasaporte y preguntándome como mierda sacaré fuerzas para enfrentarme a lo que me espera. El tiempo pasa lento, demasiado lento y solamente puedo enfocarme en respirar erradamente y sobarme el pecho en busca de consuelo.

Me refugio en ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora