Camino a paso lento por el pasillo de este hospital donde todos me miran con caras de juzgones debido a mi atuendo del día, internamente les saco el dedo corazón con suma vulgaridad pero mantengo mi rostro sereno y relajado. Avanzo hacia el segundo pasillo a la izquierda pidiendo internamente no encontrarme a nadie conocido y cruzando los dedos porque esta vez Meredith no se niegue a recibir visitas. Desde que la chica despertó solo ha aceptado visitas ocasionales de su hermano, los demás estamos escritos con negrita y subrayado en su death note personal. Sé que no merezco mucho, pero no pienso rendirme cuando ya decidí que quiero a esta chica valiente como mi amiga. En la recepción tuve que montarme una actuación digna de premio para poder ganarme un pase de visita.
El hospital está sorprendentemente tranquilo pero esto no hace que odie menos el hecho de estar aquí, los odio casi más que conversar con extraños, odio el ambiente e incluso el oxígeno que se respira aquí dentro.
Inspiro profundo una gran bocanada de aire cuando me detengo justo frente a la puerta que me separa de mi objetivo, golpeo dos veces y mi respiración se detiene cuando la puerta se abre de golpe y de ella emerge un chico alto de aproximadamente 1. 90 de estatura con físico perfecto y que lleva por nombre Alexander. Valla suerte.
Me inquieto al instante dudando entre saludar, voltearme, perderme de aquí o simplemente hacerlo a un lado y entrar pero mis dudas se disipan cuando este pasa por mi lado como si fuese transparente, como si no hubiese llorado a mares sobre mi hombro, como si no me hubiese sostenido como si su mundo se fuera al carajo y yo fuese su salvación, me ignora como si fuese el ser más despreciable del planeta y esto me cabrea demasiado. Maldito cabrón. Maldito.
Lo repito unas dos veces más en mi cabeza pero dibujo una gran sonrisa en mi rostro.─ Wonder Woman─ me acerco sonriente a la cama donde reposa Mer quien trata de incorporarse cuando me ve con gesto extrañado. Al instante arrugo la nariz por el olor a antiséptico y a medicamentos mezclados.
─Qué, qué haces acá? ─ arrugo el ceño ante sus palabras de mal gusto.
─Es que, amo los hospitales y el aroma a muerte que se respira─ su mueca de disgusto me hace reír mientras me siento en el sillón a su lado, sin esperar su aprobación─ he venido por ti torpe─ le golpeo el brazo cercano a mí y me arrepiento al instante cuando se encoge de dolor─ lo siento─ le digo apenada porque la torpe soy yo.
No tiene la mala pinta que me esperaba pero tampoco es lindo verla llena de vendas y moretones de varios tonos cuando antes era pura vida, brillos, colores y sonrisas.
─Si estás aquí por lástima Kioto, puedes irte─ me suelta con voz enronquecida mientras mira hacia la pared de enfrente fijamente. Jamás imaginé que de su fina boca salieran palabras tan hirientes, pero vamos, yo las diría peores.
─No has perdido ninguna extremidad en el proceso así que ¿lástima? ¿por qué habría de tenerla? ─ su cara aún seria me hace ver que no estamos para bromas, así que me las trago.
─¿Sabes, sabes sobre las pastillas?─ me pregunta con voz temblorosa mientras juega nerviosamente con los dedos de sus manos y casi quiero sacudirla por ser tan insegura, por pensar que el hecho de tomar pastillas para controlar sus emociones la hace menos ella, por pensar que la hace diferente a la chica que antes conocía.
─ Y qué con esa mierda Mer, no me escandaliza, nadie es perfecto. Yo soy un desastre y no me avergüenzo de ello ¿Te avergüenzas porque esté aquí? ─ niega─ Estoy aquí porque... porque me importas.
De ahí en adelante las cosas se vuelven emotivas a niveles óptimos y Meredith me cuenta a puro llanto y con detalle cómo y por qué fue a parar a un lugar abandonado, amarrada a una silla por un investigador_ secuestrador inepto, los tiros que le pegó con mano temblorosa y cómo se volvió una nenaza llorona cuando comenzó a desangrarse delante de sus narices sin obtener lo que quería. Tiemblo de rabia cuando me cuenta que le dejó escapar después de negociarle una llamada a emergencias prometiendo que no revelaría su identidad si desaparecía, no me parece justo, no es justo que ande de rositas después de dejarla en esta cama y haber hecho que su vida se jugara en una balanza.
─Tienes que decir la verdad Meredith. Tienes que decirle a tu hermano─ niega─ no sabes si es capaz de regresar, no lo sabes.
─Se lo prometí Kioto, hice un pacto, mi vida─ se señala justo encima del corazón─ su libertad.
Me parece lo más estúpido que he escuchado en años y se lo hago saber unas dos veces, me parece de idiota perdonar a alguien que te atestó varios golpes en la cara y que no dudó en ahuecarte a tiros por mucho que le haya temblado la mano. Mer es como una niña ingenua y me molesta que así sea pero no traicionaré su confianza ni iré corriendo a contar ningún detalle a n a d i e de su familia, a nadie.
─Igual no deberías proteger a un psicópata, no le debes nada─ le digo agarrando su mano, esta vez con delicadeza.
─ Quería despertar y olvidar todo pero es una mierda que recuerde de una forma tan clara cada segundo─ guardo silencio porque comprendo que necesita desahogarse y puedo percibir que no ha podido hablar de esto con nadie─ si realmente es cierto que...─ aparta la vista y unas lágrimas comienzan a asomarse nuevamente─ si es cierto que Nick está muerto─ le tiembla el labio inferior con la mención de su novio desaparecido o muerto y me duele saber que pasó por tanto en tan pocas horas mientras yo me embriagaba hasta casi perder la noción del tiempo ─ y mi mamá está implicada, yo, yo no sé cómo salir adelante. No sé cómo enfrentar la vida, no lo sé.
La verdad no creo que sea cierto que la madre de Meredith haya hecho algo tan cruel como desaparecerle el novio de la faz de la tierra solo porque era un pobretón como en las telenovelas, no creo en esa versión de la historia, tal vez solo fue un método para desestabilizarla psicológicamente, tal vez ella esté agigantando las cosas que escuchó por la adrenalina del momento, por el desespero, no lo sé. Lo cierto acá es que ella no quiere saber siquiera de su fotografía y tal vez por prudencia o a lo mejor por verdadera culpa su madre tampoco ha intentado llegar a ella.
A veces pensamos que nuestros problemas son enormes y nuestra vida pesa, aquí un claro ejemplo de que cada uno de nosotros estamos siempre enfrentando una batalla interna de la cual no hablamos o mostramos. Meredith no era brillos como yo pensaba, Meredith es oscuridad, como yo.
Un toque en la puerta me hace levantar la cabeza y encontrarme con un intento de hombre que claramente quedó a medias, es bastante bajito y panzón, con una barba perfectamente recortada, un traje azul que lo hace ver como un pinguino y gafas de sol polarizadas que le dan el último toque para lucir ridículo.
Entre sus manos trae un extravagante ramo de amapolas rosadas perfectamente colocadas, son preciosas, siempre me ha encantado esa flor, éstas le cubren parte de la cara y cuando las hace a un lado el rostro de Mer palidece.
—Ga...Gabriel— balbucea mientras en su rostro se reflejan infinidades de sentimientos y entre ellos, destaca el miedo.
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Me refugio en ti
Teen FictionKyoto Satō ha sufrido gran parte de su vida. El abandono de su madre y la frialdad de su padre la han convertido en alguien fría, indiferente. Incapaz de abrir su corazón a ningún hombre. Fiel defensora de que el mundo está jodido y que el amor es...