Prologo

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Duele.

Caminar duele demasiado pero no quiero detenerme, no cuando estoy en este estado. No quiero que Julian me vea asi, tampoco mi padre. Llego al muelle ignorando el dolor que me causa caminar descalzo; me siento en el borde subiéndome el pantalón arriba de las heridas de mi rodilla y comienzo a derramar las lagrimas que mi madre no me permitió. Quería arreglar las cosas con ella, no debí haber peleado con ella pero ahora veo las consecuencias de no arreglar las cosas antes a mi manera, su manera apesta.

Escucho un crujido detrás de mi y giro la cabeza con rapidez encontrándome con una niña con el rostro cubierto o por lo menos la mitad de el. Solamente puedo ver sus ojos que son de un color miel pero no la reconozco solo me sorprendo al ver que se me hace muy hermosa y me sorprendo aun mas cuando veo que trae un pantalón corto y una camisa de tirantes puestos.

Se supone que las mujeres solo tienen que usar faldas y vestidos pero ella trae eso puesto. Nunca antes lo había visto.

Ignoro el deslumbramiento que me da y le dedico una mala mirada.

—Lárgate

Ella da media vuelta y se pierde de mi vista haciendo que yo suelte un suspiro. Siempre es lo mismo, todos siguiendo mis ordenes por ser un Campbell.

Vuelvo a enfocar mi vista en el lago tratando de no mover mucho mis piernas por el dolor y dejando que la sangre que sale de mis rodillas y pies caiga en el lago. Pasan por lo menos diez minutos hasta que vuelvo a escuchar el mismo ruido de antes y al voltear me encuentro a la misma chica de antes con la diferencia de que trae una caja de madera en sus manos.

—Te dije que te largaras

Se acerca a mi y me hecha una mala mirada sin decirme nada para luego sentarse a mi lado. Pone la caja a su derecha y la abre sacando las cosas de su interior. Son cosas para poder curar heridas, gasas, algodón y cosas asi. Las prepara y acerca un algodón con alcohol a mi rodilla pero me separo con rapidez.

—No necesito que me ayudes

Me dedica una mirada fría y me agarra del muslo volviéndolo a poner en donde estaba.

—Quédate quieto—me ordena comenzándome a curar

Sin saber porque le hago caso haciendo muecas de vez en cuando debido al ardor sin embargo ignorando el dolor me enfoco en su rostro cubierto o mas bien en sus hermosos ojos color miel que es lo que esta a la vista; su cabello es castaño y su piel es blanca. Sus manos son delicadas y finas, su aroma es delicioso es una combinación entre margaritas y menta.

Me gusta solo que aun no puedo descifrar el porque trae el pañuelo cubriéndole el rostro y tampoco se porque no encuentro ningún tipo de brillo en sus ojos.

Están apagados.

Termina de curarme las rodillas y me evalúa hasta que se da cuenta que mis pies también están sangrando asi que me pide que los alce para poder curarlos también.

—Vidrios—dice y la miro sorprendido

—¿Cómo lo sabes?

Se encoge de hombros—Solo lo se, ¿Quién te lo hizo?

—¿Por qué estas seguro de que alguien me lo hizo? Pudo haber sido un accidente

-¿Tan estúpido eres?-pregunta y a pesar de eso no me enojo, me causa mas curiosidad

—Eres muy extraña y esto lo hizo mi madre—confieso sin pensar arrepintiéndome al momento

Ella asiente y no dice mas, tampoco parece sorprendida. Mientras me cura los pies no puedo evitar recorrer su cuerpo con la mirada, antes esto no me importaba pero desde que cumplí los 12 años mi cuerpo y mis pensamientos están cambiado de una forma muy extraña. El ver sus piernas desnudas me hace querer saber la sensación de la textura de su piel debajo de mis palmas, saber como se sentiría sus manos por mi torso, mas arriba de mis muslos o en mi cuello.

No se porque quiero saber eso pero lo quiero saber.

—¿Por qué te cubres el rostro?

Me mira por unos segundos sin perder su severidad y frialdad, se vuelve a enfocar en lo que hace y contesta.

—Tengo que salir asi para que mi madre no se de cuenta

—¿Te castiga?

Asiente.

—¿Qué traes puesto? Nunca lo había visto antes

—Es un pijama que yo hice

—¿Tu? ¿Con tus propias manos?

—Si

—Es asombroso

Se encoge de hombros—Gracias

Termina de curarme y comienza a guardar las cosas para luego levantarse con la intención de irse.

—Espera, ¿Quién eres? Déjame ver tu rostro

—No creo que sea necesario. No nos volveremos a ver

—¿Cómo es que estas tan segura de eso?

—Solo lo estoy niñito

—¿Niñito? ¿Por qué me hablas asi? ¿No sabes quien soy?

—¿Debería de saberlo?

—Todo el pueblo lo sabe

—Pues yo no se quien eres

Sonrió ante eso, esta chica es genial. Me acerco a ella que me ve cautelosa pero no se aparta, ni se aleja.

—¿No te duele?—pregunta viendo mis pies y niego con la cabeza

—Es soportable

—¿Qué pasa?

—Solo quería verte mas de cerca. Eres hermosa

—No puedes saber eso con exactitud, no me ves por completo ni lo harás

—Okey, respeto eso. Si no quieres que te vea por completo no lo hare, ¿Puedo darte un abrazo?

Frunce el ceño—¿Me acabas de preguntar?

—Si, eso hice, ¿Puedo?

Se queda quieta por unos segundos hasta que asiente y sin pensarlo mas la envuelvo en mis brazos con fuerza sintiendo la calidez que desprende. Tarda un poco en regresarme el abrazo sin embargo cuando lo hace siento una calma extraña que me llena todo el cuerpo. Nos quedamos asi por un tiempo prolongado y ella se separa de mi dando media vuelta.

—Espera, ¿Cómo te llamas?—me ve a los ojos

—Victoria, ¿Tu?

—Soy Mark

—Bien, adiós Mark

—Adiós Victoria

Y con eso se va perdiéndose de mi vista.

Perfect Souls (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora