Capítulo 37

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Adrien:
Entramos en la habitación de Hugo, y al vernos, dejó lo que estaba haciendo, para venir a abrazarnos.

—¡Papi! ¡Tío!—dijo, mientras corría hacia nosotros.

—¡Hola, campeón!—dije, y lo cargué—¿A qué juegas?

—¡A que Ladybug y ChatNoir le ganan a los malos!—dijo mi pequeño.

A pesar de que él no sabía que Ladybug y ChatNoir éramos su mamá y yo, los admiraba mucho, lo cual, me hacía sentir orgulloso de nuestro trabajo como superhéroes.

—Bueno, te tengo buenas noticias—le dijo Félix—Los mejores superhéroes de todo el universo, le ganaron al malo.

—¿No más akumas?—preguntó Hugo, emocionado, y nosotros asentimos—¡YEYYYY! Pero... ¿qué harán Ladybug y ChatNori ahora? ¿Se quedan sin trabajo?

—Nada de eso, pequeño—le expliqué—ser súper héroes era su deber, pero también tienen una vida, un trabajo. Posiblemente, algún hijo, ya que sabemos que son pareja.

—¿Vamos a saber quiénes son?

—Solo unos pocos afortunados saben quiénes son, son sus familiares más cercanos, y sus compañeros de batalla—explicó Félix—Quizás, si es que tienen un hijo, es muy pequeño para guardar un secreto tan grande, y por eso, esperarán a que sea mayor para contarle.

—¡Pero son superhéroes! La gente los quiere mucho—protestó Hugo.

—Exacto, la gente puede ser intensa a veces... no podrían tener una vida normal. Yo fui famoso en su momento, y no era agradable—le expliqué—Tener una cámara sobre ti, mostrándole al mundo cada pequeña cosa que haces, no es para nada agradable.

—Mmm, tienes razón, papi—dijo mi pequeño, y me abrazó.

Se quedó observando a Félix, y luego me observó a mí, con aquellos ojos curiosos, idénticos a los de su madre. Sabía lo que eso significaba, estaba a punto de lanzar alguna pregunta que nos dejaría mudos.

—¿Por qué mi tío y tú tienen la misma cara?—preguntó Hugo, finalmente—Es que si se peinaran igual, y se vistieran igual, nadie podría saber cuál es cuál. ¿Y si se ponen un collar con su nombre?

—¿Cómo los perros?—preguntó Félix, alzando una ceja.

—¡SIIIII!—dijo Hugo, mientras aplaudía.

—No lo creo, cariño—le dije, dulcemente, y Félix sabía que era en broma—Me tomaría un día entero peinarme como tú tío. ¿Ya viste cuánto gel trae en ese pelo? Con todo ese gel, alimentaríamos a diez mendigos por una semana.

—¿Te estás burlando de mi cabello?—me siguió el juego—Al menos, yo sí me peino, y no ando con esos pelos alborotados. Mírate, querido primo, es que tocas una escoba y sales volando.

—Me gustan ambos peinados—comentó Hugo—Cada uno representa su personalidad.

—¿Qué edad tienes? ¿Cuatro?—preguntó Félix, impresionado.

—Los cumplo mañana—respondió mi hijo.

—Y dibuja como si tuviera diez—alardeé del talento artístico de mi hijo.

—Ya veo quién seguirá los pasos de Marinette—comentó Félix, contento—Y quién heredará la casa de moda.

—Ni siquiera ha abierto la casa de modas, recién está en la boutique, y creo que se mantendrá cerrada unos meses—comenté, triste.

—¡Quiero ser diseñador como mi mami!—diji Hugo, con mucha energía—¿A qué hora llega?

—Ya está en la casa, amor—le expliqué—pero estaba tan cansada, que se quedó dormida en el carro. Yo la llevé cargada hasta la cama. Tikki quedó de avisarnos en cuanto despierte.

[2] En las Sombras de París [Miraculous Ladybug & ChatNoir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora