Capítulo 40

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Narrador:
Marinette se encontraba en un dilema interno. Le pegó fuerte el que Adrien le haya dicho que se sentía orgulloso de ella por el simple hecho de no haberse suicidado.

Marinette se sintió horrible al escuchar eso, ya que era justamente matarse lo que planeaba hacer.

Por otro lado, estaba la carita de felicidad de Adrien, cuando la escuchó decir que lo amaba. ¿En verdad estaba dispuesta a no ver aquel hermoso rostro sonriendo así nunca más?

Lo estaba, todo fuera por su felicidad, y la de su hijo... Ellos merecían a alguien capaz de entregarles todo ek amor que merecían, alguien a quien ellos amaban, alguien quien ellos creyeran que era ella misma.

—¿Sabes qué?—dijo Adrien—Me quedaré contigo aquí, hasta que quieras salir, y si no quieres salir, pues no saldremos... lo importante es que te sientas bien.

Definitivamente, este hombre es demasiado bueno para mí; no lo merezco... Pensó la azabache, y más lágrimas cayeron de sus ojos.

—Mari—dijo el rubio, sin saber qué hacer o decir.

En una situación normal, limpiaría sus lágrimas con sus dedos, besaría su frente, y la estrecharía con fuerza entre sus brazos, eso solía calmarla cuando se sentía mal, pero esta vez no podía hacer nada de eso, y la impotencia lo estaba matando.

—Es un día importante para Kagami—Dijo Marinette, tratando de sacar a Adrien de la habitación lo antes posible—Necesita, al menos, a uno de sus mejores amigos con ella.

—Tú eres más importante en estos momentos, Mari—dijo el rubio—Desahógate conmigo.

El hombre pensaba que Marinette estaba a punto de abrirse con él, y contar todo lo que llevaba atascado en el corazón, calmándoselo.

—Ya dije lo que tenía que decir—dijo la azabache—Prometiste que no me presionarías, y que no me obligarías a ir a terapia hasta que yo estuviese lista.

—Yo no he mencionado la terapia.

—Pero tienes complejo de uno ahora mismo... Adrien, un sentimiento a la vez, ¿vale? Ahora, me quiero enfocar en lo que me mantiene viva: el amor que les tengo a ti y a Hugo... Yo... saldré en unos momentos.

—¿Seguro de que en verdad quieres salir?

—Será bueno ver a nuestros amigos...

—Vale... si no sales en media hora, vendré a quedarme contigo, ¿vale?

—Vale—dije, y él se dispuso a marcharse.

—¡Adrien!

—¿Sí?

—Eres el mejor esposo del mundo... te amo.

—También te amo, mi bella guerrera—dijo, para luego, dar un beso en su mano, y soplarlo.

Yo hice un gesto con la mano, como que lo atrapaba, y lo pegué en mi mejilla.

Adrien salió, cerrando la puerta detrás de él, y yo me rompí a llorar, mientras me abrazaba a mí misma.

Acabé de rodillas en el suelo, observando el broche del pavo real. ¿Acaso esto era lo correcto? ¿Crear un ser vivo y obligarle a vivir una vida ajena?

Sería una vida perfecta: un esposo divino, un hijo hermoso, una carrera de en sueño, padres y suegras espectaculares, y una casa preciosa...

—Debo hacerlo—dije, y me coloqué el broche—Duusuu, ¡saca mis plumas!

Me transformé en la portadora del pavo real, y creé a una senti-Humana, exactamente igual a mí, colocando su amok en un pequeño llavero con la forma de la Torre Eiffel, plateada.

[2] En las Sombras de París [Miraculous Ladybug & ChatNoir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora