Capítulo 4

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Adrien:
La actitud de Marinette había cambiado, desde que había regresado del baño con Alya; estaba menos distante, menos fría conmigo. Al menos, me hablaba con amabilidad, y no con sarcasmo. Cuando estábamos pagando, se quedó observando el helado de vainilla, y el pudín de banana, y creía saber de qué se trataba ese comportamiento. Alguna vez, había leído que las embarazadas tenían antojos por cosas extrañas que, usualmente, no comían, eso explicaría su repentino interés en el pudín de banana.

Marinette comenzó a ayudarme a desempacar el mercado, y yo la detuve de inmediato. De ninguna manera, iba a dejar que se esforzara. Mientras estuviera embarazada, iba a recibir los mejores cuidados de mi parte. Quería consentirlos a ella y a mi bebé, aunque aún no sabía si ella lo dejaría nacer, pero tenía claro que debía respetar su decisión.

—¿Qué haces?—Volvió a gruñir, mientras yo la conducía hasta la cama.

—Yo desempaco y guardo todo. Tú, descansa—Le dije, y la escuché soltar una risita, lo cual, me dejó desconcertado.

—¿Podrías venir después de que termines?—Me preguntó, y se la notaba bastante nerviosa, mientras sus ojos permanecían clavados en el juego entre sus dedos—He tomado una decisión.

Mi corazón se aceleró a mil por hora, y sentía que no podía esperar. Necesitaba saber en ese instante lo que había decidido.

—¿No puedes decirme ahora?—Pregunté, con el corazón en la boca por los nervios.

—Pon la comida en su lugar, primero—Dijo, y suspiró—Presiento que será una larga conversación.

—Vale, princesa—Le dije, y besé su frente, con temor.

—T-te amo—tartamudeó.

—Te amo—le dije de vuelta.

Organicé la comida lo más rápido que pude, y preparé, en una pequeña fuente, un poco de helado de vainilla, con un poco de pudín de banana. Sabía que este era su antojo, la conocía, jamás se quedaba mirando a la comida como miraba a estos dos dulces. Llevé los dulces hasta nuestro cuarto, y ella abrió sus enormes ojos azules al verme. Yo solo le sonreí, y le entregué el plato.

—¿Cómo supiste que quería esto?—Me preguntó, con una sonrisa de satisfacción, mientas lo comía.

Jamás había visto a nadie comer con tanta felicidad, y me encantaba verla así de entusiasmada, por lo que fuera. Así era mi Marinette, y esa era una de las cualidades que me había enamorado de ella: su entusiasmo por todo en la vida, aunque hoy, lo pude ver en proporciones exageradas.

—Vi la forma en la que lo mirabas en el mercado, y supuse que era un antojo—Le dije, regalándole una sonrisa.

—¡Dios! No sabía que la banana y la vainilla sabían tan deliciosas juntas.

Me urgía saber su decisión con respecto a nuestro bebé, pero era tan hermoso verla disfrutar que solo me limité a observarla, hasta que se terminó el dulce.

—Princesa...—inicié—Querías hablar conmigo... sobre algo... importante.

—Así es—Dijo, y respiró profundo—Alya y los kwamis me aconsejaron que fingiera que no escuché lo que le dijiste a Nino en el mercado, pero la verdad es que no quiero mentirte, no quiero secretos entre nosotros. Nunca los ha habido, y no empezaremos ahora.

—Me gusta que sea así—Le dije, para luego, tomar y besar su mano—Pero ¿qué escuchaste exactamente? Porque, la verdad, es que sí noté que tu enojo se había desvanecido, cuando regresaste del baño.

—Te escuché decir que quieres tener al bebé, y que estabas actuando así de indiferente porque tenías miedo de que yo me forzara a algo, para lo cual, no estoy lista, solo por complacerte. No te culpo por pensar eso, y estaba enojada porque no sabía la razón de tu indiferencia hacia nuestro bebé—Acarició mi mejilla—Sé que sabes lo que se siente que uno de tus padres te culpe por haber arruinado su vida, y que no quieres eso para tu hijo porque tú sí lo amas. Sé que quieres tenerlo.

[2] En las Sombras de París [Miraculous Ladybug & ChatNoir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora