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En la actualidad

Dayla

El sol de la tarde iluminaba la habitación, proyectando un hermoso atardecer, sin pensármelo dos veces saqué mi teléfono sacando una foto desde la ventana. Siempre que veía un atardecer en alguna perspectiva que me gustaba, lo intentaba fotografiar..

Aveces pienso que tendría que haber estudiado fotografía, sacaría unas hermosas fotos.

—¿Me estas prestando atención?—Pregunta Anna, chasqueándome los dedos.

Ella es mi mejor amiga,nos conocimos porque su padre trabaja en la empresa del mío. Nuestra amistad surgió porque en una de las varias fiestas que hizo mi padre, nos presentaron.

—Si si, dime—Respondí, guardándome mi teléfono.

—Para de hacer fotos y mejor ayúdame a escoger un vestido para esta noche.

Se estaba probando varios vestidos porque uno de sus numerosos "crushes" le había invitado a salir y al parecer no se decidía por ninguno.

Ella tiene un cuerpo impresionante y una belleza innegable. Es alta, aunque no excesivamente, con cabello castaño y unos ojos color miel que te hipnotizan.

Yo no me quedaba atrás en cuanto a apariencia. Diría que tengo un cuerpo en forma, ni mucho ni poco, lo normal. También soy alta. Mi cabello es de un negro azabache, y mis ojos son verdes. A veces me preguntaba de quién los habré heredado, ya que mi padre tiene ojos negros y mi madre, marrones. Aunque mi padre siempre insiste en que los saqué de mi bisabuela, quien los tenía igualitos a los míos.

—Venga, ayúdame—Rodeé los ojos. A veces,  podía ser bastante intensa.

Pasó media hora más mientras Anna se probaba otros vestidos antes de finalmente decidirse por uno.

—¿Estoy guapa?—Me preguntó.

—Siempre—Le di una sonrisa—Ahora comienza a maquillarte y peinarte, o llegarás tarde—Ella asintió.

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Después de que Anna se hubiera marchado a su cita, me dirigí a mi habitación para cambiarme antes de sacar a pasear a Kira, mi fiel Golden Retriever. Mis padres me la regalaron cuando cumplí los dieciséis años, y desde entonces se había convertido en una parte esencial de mi vida.

La verdad es que no tenía ganas de entrar en la habitación de Anna, que seguía siendo un completo desastre con ropa y zapatos esparcidos por el suelo. Aunque ya me había acostumbrado a que siempre estuviera desordenada, ese día parecía peor de lo habitual. Recordé cómo solíamos reírnos de su falta de organización, pero en ese momento, simplemente cerré la puerta y me dirigí a mi cuarto.

Convertida en Mafiosa #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora