Dayla Wilson, la hija del empresario más influyente y enigmático de Seattle, lleva una vida aparentemente común.
Como estudiante de derecho, aspira a convertirse en una de las abogadas más destacadas del país. Sin embargo, tras la fachada de normal...
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El frío de Moscú me abrazaba cuando descendía del avión. Mi respiración se convertía en pequeñas nubes de vapor en el aire helado mientras me ajustaba mi abrigo.
Joder, se me había olvidado que en este país hacia mucho frío.
Por fin había llegado a Rusia, Leonardo y los demás también, aunque ellos habían llegado por otros medios para no poder ser vistos.
Tenía la dirección del lugar en donde estaban mis padres, el plan era que yo me fuese sola para que parezca que solo vengo yo, luego aparecerían los demás y bueno, quien sabe que ocurriría después.
Me subí a un taxi, le dije la dirección y el taxista empezó a conducir. El paisaje urbano de Moscú pasaba rápidamente por la ventana, las calles estaban cubiertas de nieve.
Mientras el taxi avanzaba, sentía cómo la tensión crecía en mi interior. Sabía que cada segundo que pasaba, mis padres adoptivos podrían estar en peligro. Pero también sabía que tenía que mantener la calma y seguir adelante.
Finalmente llegué. Pagué al taxista y salí del vehículo, observando aquel lugar. Tal y como lo dijo Dan, el edificio que tenía ante mí era una antigua fábrica, se conserva bien nadie sospecharía que estuviera abandonada.
Respiré profundamente y me dirigí hacia la entrada, como era de esperarse habían varios guardias fuera protegiendo la valla. Uno de los hombres me vio acercarse y avisó por un micrófono que tenía puesto en su ropa a alguien.
Me dejaron pasar y seguí caminando recto hasta llegar a una puerta custodiada por dos guardaespaldas más, este sitio estaba repleto de guardias.
Me paré en seco a unos pocos metros, porque de aquella puerta salió nada más y nada menos que Andrey.
Sus ojos se encontraron con los míos y una pequeña sonrisa salió de su cara.
Imbécil.
Andrey se acercó a mí con paso tranquilo, mientras me miraba de arriba a abajo, su presencia me llenó de ira.
—Dayla, ¿qué sorpresa verte aquí? ―Dijo Andrey con una voz suave pero cargada de malicia—Créeme tú aspecto original no es tan desagradable que digamos.
Apreté los puños con fuerza, luchando por mantener la compostura.
―No estás tan sorprendido como quieres aparentar. Sabes por qué estoy aquí―Respondí con voz firme.
