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7 meses después

Dayla

—¡Dayla, date prisa! Ya vamos a empezar tu entrenamiento —La voz de Salvatore resonó por la casa, sacándome de mi ensimismamiento. Salí rápidamente de mi habitación y me dirigí al gimnasio.

—¡Ya estoy aquí, Salvatore!

Subí al ring donde él ya me esperaba. Durante estos meses, me ha tocado pelear con él innumerables veces.

No voy a decir que estos meses han sido fáciles de asimilar, porque no lo han sido. Todavía tengo presentes a quienes fueron mis padres. Siempre les estaré agradecida por haberme adoptado, cuidado y dado todo su amor como si yo hubiera sido su hija de sangre. Aunque no he podido verlos, sé que algún día lo haré y les contaré todo. Les diré lo mucho que los quiero y que, aunque me haya enterado de que no son mis verdaderos padres, siempre los querré.

Desde que llegué aquí, comencé un entrenamiento riguroso e intensivo. He aprendido a usar todo tipo de armas, algo que nunca imaginé que haría. Ahora mi puntería es perfecta. También he aprendido sobre tecnología y a pelear, especialmente en combate cuerpo a cuerpo. Ya tenía alguna experiencia en boxeo, lo cual hizo que no me fuera tan difícil aprender nuevos movimientos.

Salvatore me ha enseñado todo esto, y debo admitir que los resultados me han sorprendido. No solo he cambiado físicamente, sino también mentalmente. Además, he estado estudiando varios idiomas, incluyendo italiano y ruso. El italiano lo llevo bastante bien, aunque aún tengo que mejorar en el acento ruso.

—Bueno, veamos qué has aprendido en estos meses —Dijo Salvatore.

Asentí y me puse en posición. Comencé a moverme, esquivando sus golpes. Aunque él es más fuerte, estos meses de entrenamiento me han dado la confianza de que puedo vencerlo. Esquivó un golpe y aproveché para lanzarle un puñetazo directo a la cara. Por el impacto, dio un paso atrás y aproveché para darle una patada en el estómago que lo hizo caer al suelo. Se levantó rápidamente y me agarró por detrás, pero logré zafarme con un codazo en el abdomen, seguido de otra patada que lo tiró nuevamente al suelo.

—Vaya, sí que has ganado fuerza y rapidez —Dijo, sorprendido.

Le tendí la mano para ayudarlo a levantarse. Seguimos entrenando durante horas, donde en más de una pelea salí victoriosa.

—Que conste que te he dejado ganar —Dijo Salvatore mientras tomaba agua.

—Sí, sí, lo que tú digas —Respondí riendo.

Convertida en Mafiosa #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora