Dayla Wilson, la hija del empresario más influyente y enigmático de Seattle, lleva una vida aparentemente común.
Como estudiante de derecho, aspira a convertirse en una de las abogadas más destacadas del país. Sin embargo, tras la fachada de normal...
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Dayla
Luego de haber descansado unos minutos me di cuenta que si seguía estando aquí sentada, sin hacer nada, aumentaría las posibilidades de que me encontraran.
La idea de buscar un taxi e irme seguía en mi mente , pero por un lado también sería riesgoso. Si voy caminando tardaría bastante, la casa donde me quedaba antes, estaba lejos.
No sé que hacer. Tampoco quiero que me encuentren.
Prácticamente no tengo nada con lo que poder comunicarme, tenía la opción de entrar en alguna tienda, pero correría el riesgo de que me encontrasen.
Pero no tenía más opciones, tendré que entrar en algún sitio y pedir si puedo usar el móvil para llamar a una persona. Sé que será muy riesgoso, pero sino, no se como podría salir de aquí.
Me levanté del suelo y me giré a comprobar si en la esquina había alguien, cuando vi que era seguro me dirigí a la otra acera. Camine y camine hasta que a lo lejos pude ver un bazar, seguro que ahí encontraría un móvil, cruce el paso de peatones y me acerque al bazar.
Una vez dentro vi que habían varias personas en el establecimiento, comprando evidentemente.
Me dirigí a la caja y me encontré con una joven que al verme me recibió con una sonrisa. Me preguntó si necesitaba algo y yo aproveché para hablarle.
—Si, ¿me podrías prestar tu teléfono? Es que al mío se le acabó la batería. Necesito llamar a alguien—Pregunté con la esperanza de que me lo dejase.
—Por supuesto—Respondió amablemente y se dio la vuelta agarrando su móvil—Ten aquí tienes—Me pasó su móvil.
Le agradecí y me alejé un poco de ella para tener privacidad. Encendí el móvil y fui a llamadas.
Me sabía el número de Leonardo de memoria, me lo aprendí por si algún día lo necesitaba, pues bueno, hoy era el día. Escribí el número y di a llamar.
3,4,5,6 pitidos hasta que al séptimo pitido contestó.
—¿Dayla? ¿Eres tú? Dime que si .
Lo escuché muy preocupado.
—Sí, soy yo.
—Me alegro mucho de escucharte, tengo tus coordenadas Dan está yendo hacia allí, no te muevas, irá a buscarte.
